Esgrimen inocencia de Goyo Cárdenas

AutorErika P. Bucio

A Goyo Cárdenas lo capturaron en una clínica siquiátrica con trozos de gis en la mano que, aseguraba, eran pastillas para volverlo invisible, mientras en el jardín de su casa en Tacuba era desenterrado el cuerpo de Graciela, una joven a la que había cortejado durante meses sin éxito.

En las siguientes horas, otras tres tumbas con los restos de tres prostitutas fueron halladas por la policía. La prensa publicó que a sus víctimas les faltaba la ropa interior o estaban desnudas.

Tras su captura, el destino de Goyo Cárdenas era la cárcel o el manicomio. Sus crímenes, perpetrados entre el 23 de agosto y el 7 de septiembre de 1942, no eran considerados "normales".

"Estrangular a cuatro mujeres y después enterrarlas en el jardín de la casa del Mar del Norte rompía todos los límites", escribe el historiador Andrés Ríos Molina (Bogotá, 1975) en Memorias de un loco anormal. El caso de Goyo Cárdenas (Debate).

En el libro, que ya está en circulación, el académico del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM siembra dudas sobre la culpabilidad del "estrangulador de Tacuba".

La hipótesis que arriesga es que el estudiante de ciencias químicas hizo de la locura su "trampolín" a la fama: "Delira por ser famoso pero no tiene cómo: no es tan brillante ni tan guapo; tiene tics, es provinciano y no tiene éxito con las mujeres", argumenta.

Señoritas de distinguidas familias, narra, consiguieron permisos para presenciar los interrogatorios de Goyo, y otras lograron autorización para hablar con él.

En las entrevistas, Cárdenas daba a los reporteros las respuestas que querían escuchar: "Cuando estoy al lado de una mujer, me transformo. Entonces desaparece el hombre y surge la bestia: no puedo refrenar el odio tremendo que siento por ellas".

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Multitudes de curiosos merodeaban afuera de la vivienda de Cárdenas; además de aguas frescas y comida, los comerciantes ofrecían trozos "legítimos" de la cuerda usada por el multihomicida.

"Yo vi al monstruo", "El monstruo se arrepiente", "Es el pavoroso Chacal de Tacuba", "El monstruo relata sus horribles crímenes", titulaban los diarios.

Los gestos, expresiones y hasta el físico de Cárdenas fueron interpretados en la prensa como señales inequívocas de sus impulsos asesinos: sus manos huesudas, por ejemplo, eran "ideales para matar", y el llanto, expresión de su cinismo.

Los siquiatras que lo examinaron nunca se pusieron de acuerdo sobre su enfermedad: el médico español Gonzalo Rodríguez Lafora le diagnosticó...

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