Un espectáculo fenomenal

AutorJesús Pacheco

A fines del siglo 18 y principios del 19, la exhibición de fenómenos formaba parte indisoluble de los circos. Los equilibristas, payasos y animales entrenados convivían con enanos, gigantes y mujeres barbudas. Los circos mostraron su capacidad para convertir en entretenimiento las peculiaridades, las deformidades y cualquier otro tipo de diferencia, incluso la racial.

Al principio, los circos de renombre se hacían acompañar de museos que exhibían figuras de cera, animales disecados o maquetas. Pero pronto la curiosidad de la gente y los deseos de los empresarios por generar más dinero en las taquillas exigieron algo distinto a lo visto hasta esos momentos.

Para 1870, la mayoría de los circos tenían un espectáculo de fenómenos, como se asienta en el libro Freak Show, de Robert Bogdan (The University of Chicago Press, 1988), un estudio abundantemente documentado de una forma de entretenimiento que durante más de 100 años permaneció en el gusto de públicos ansiosos por conocer tan cerca como fuera posible los caprichos de la naturaleza.

En 1871, Dan Costello y W.C. Coup, dueños de circos, convencieron a Phineas Taylor Barnum de permitirles usar su nombre para su espectáculo, que se llamó Museo, Zoológico y Circo de P.T. Barnum. En el elenco figuraban el enano Admiral Dot, el gigante Colonel Goshen, la maravilla sin brazos Ann Leak y la chica barbada Baby Esau.

¿Demasiadas menciones de P.T. Barnum? Tal vez, pero son pocas si pensamos que este promotor nacido en 1810 en Connecticut no sólo es recordado por crear el primer circo de tres pistas, que se convertiría en el más grande de la historia, el Ringling Brothers Barnum and Bailey Circus, sino por haber sido de los pioneros en comprar a seres humanos para su explotación en espectáculos.

En 1835, compró a Joice Heth, una anciana negra invidente que había sido enfermera de George Washington, para exhibirla como parte de su circo por todo Estados Unidos. La promovía como una mujer de 160 años aunque sólo tenía la mitad.

Para 1903, su trouppe de personajes asombrosos, esta vez todos reales, había crecido a más de 40 rarezas, que incluían a Charles Tripp, el fotógrafo sin brazos; a Krao, el eslabón perdido; los enanos Charles "General Tom Thumb" Stratton y la familia Hovarth, y a los siameses Chang y Eng Bunker. Todos ellos posaron para la posteridad en fotografías grupales que pueden verse en la colección fotográfica del Museo Mundial del Circo de Baraboo, en Wisconsin (www.circusworldmuseum.com).

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