Everardo Elizondo/ El déficit comercial como 'foco amarillo' de la economía: cifras y conceptos

AutorEverardo Elizondo

La Balanza Comercial de México presentó un déficit de 2 mil 147 millones de dólares en los primeros cinco meses del 2000. La cifra representó un aumento de 13.7 por ciento sobre la correspondiente al mismo periodo del año pasado. Tales datos bastaron para que reaparecieran en la prensa diversos comentarios alarmados sobre "el deterioro" de la situación, junto con las exigencias usuales de "corregir el valor del peso" y de "limitar las importaciones innecesarias".

Hace cuando menos 200 años que los economistas saben que el intercambio comercial libre es positivo para el desarrollo económico y para el bienestar de la población. Se trata de una de las proposiciones menos debatidas en la profesión. Por ello, los economistas la difunden en forma entusiasta. (Un libro de texto reciente y muy elogiado dice al respecto, sin reticencias: "La libertad de importar y exportar beneficia a los ciudadanos de todos los países. El comercio permite a cada país especializarse en lo que produce mejor, y provee a todos con una mayor variedad de productos y servicios". N.G. Mankiw, Macroeconomics). En contraste, la idea ha constituido una noción de muy difícil aceptación entre los "hombres prácticos": empresarios y políticos, principalmente (y también periodistas). Para esclarecer el punto, quizá convenga discutir algunos conceptos básicos.

Para empezar, es obvio que lo único que justifica la actividad exportadora es la posibilidad de importar -en el presente o en el futuro. A fin de cuentas, enviar mercancías y servicios al extranjero no tiene otro sentido que obtener eventualmente del extranjero mercancías y servicios. El intercambio es útil porque mejora la composición de la producción y del consumo. Se vende aquello en lo que la economía nacional tiene ventajas comparativas, y se compra aquello en lo que los extranjeros tienen ventajas comparativas: gana la economía local y gana la economía extranjera. Y todos contentos.

No hay ningún secreto en lo descrito. Es exactamente lo mismo que hace un jefe de familia racional: produce en casa lo que es económicamente viable, y compra "afuera" el resto. A ninguna ama de casa sensata se le ocurriría, por ejemplo, instalar en su domicilio aparatos para lavar y planchar en seco la ropa de la familia: sabe intuitivamente que es más económico enviarla a la tintorería. La "autosuficiencia" es por lo común una tontería económica.

Dejando de lado por un momento algunos aspectos monetarios, lo esencial de esta discusión es...

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