Los excéntricos / Erik Satie

AutorGuadalupe Loaeza

El nombre de este pianista nacido en Honfleur, Francia, está presente en todas los tratados musicales. En las discotecas de la gente más elegante y exquisita, no puede faltar un disco con las Gimnopedias de Satie. Lo que casi nadie sabe es que este genio admirado universalmente era, en realidad, una especie de vagabundo. Nadie desentonaba más en los salones aristocráticos que Satie. No obstante, en París se hablaba mucho de su talento. Los que lo escuchaban tocar se transportaban de inmediato a un mundo de sencillez y de naturalidad que no se imaginaban. Acostumbrados como estaban a la música grandilocuente y estruendosa de Wagner, de pronto se hallaban ante un compositor modesto, por decirle de algún modo.

Un día, un joven compositor, muy impresionado porque mucha gente hablaba de su música, entró a una tienda de música y preguntó: "¿Tiene música de Erik Satie?". Se cuenta que el empleado lo miró entonces con mucho desprecio y le respondió: "¿Satie?, ¿se refiere usted a ese señor que se dedica a componer valsecitos y canciones de cabaret? No, aquí no vendemos nada de él". Este empleado no se imaginaba que poco tiempo después iba a organizarse un concierto de homenaje a Satie y que el famosísimo Maurice Ravel iba a decir: "Quiero tener el honor de interpretar al piano las Gimnopedias".

Lo primero que hay que decir de este compositor tan innovador es que era disléxico. Como sus padres eran músicos, tenían la esperanza de que su hijo también lo fuera. Naturalmente, se dieron cuenta de su talento. Pero, al llegar al conservatorio, este joven se dio cuenta de que se confundía y no podía interpretar correctamente las partituras. De ahí que se interrumpiera su educación musical. Nada más que eso no lo detuvo, porque Satie siguió tocando y componiendo como él quería. A los 25 años, ya tocaba en el cabaret Le Chat Noir, en donde conoció a Claude Debussy. De entonces son sus famosas Gimnopedias, las cuales compuso en una ocasión en que tenía gripe.

Su religión era tan extraña como él, pues se ordenó entre los Rosacruces. También para el amor fue excéntrico, pues en toda su vida se enamoró una sola vez, de la pintora Suzanne Valadon. Suzanne fue su obsesión, le escribió unas cartas apasionadas, hasta que ella se hartó y se cambió de casa. Tal vez, esta ruptura lo afectó para siempre. O, tal vez, extravagante como era, el amor no volvió a interesarle más.

Pero hablemos un poco de sus composiciones. Por ejemplo de sus Preludios, los cuales eran de sus...

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