Las y los excéntricos / Pita Amor

AutorGuadalupe Loaeza

Los que no la conocían, opinaban que Reyes le había escrito su libro de poemas para poder conquistarla. Pero no la conocían, no se imaginaban que Pita Amor casi, casi hablaba en verso. Cuando platicaba, con sus ojos llenos de truenos, todo lo decía en sonetos, en décimas y en romances.

Permítanme decirles que la conocí cuando, hace muchos años, visitaba mi casa e iba a cenar con doña Lola. Desde entonces, me llamó mucho la atención su inteligencia, pero al mismo tiempo su angustia, de ahí que no supiera cómo tratarla. No sabía si ser su cómplice, si tratarla con mucho respeto o más bien con confianza. Desde entonces, siempre pensé que si se pudiera ver el alma de Pita, seguro que tendría espinas. La veía mucho por la Zona Rosa, en donde los galeristas de arte de entonces la amaban o la temían. Creo que nunca ha habido un personaje que de manera más entrañable haya gozado y sufrido la Zona Rosa. Si alguien debiera tener un monumento sería ella. Me encantaría verla con sus enormes ojos inteligentes y su boca chiquita, con su chongo y sus enormes pestañas.

Desde allí podría ver con furia a los taxistas, a los que tanto odiaba, y desde ahí podría recordar las galerías que ya no existen; sobre todo la de Juan de Dios Moreno, que tanto la quería y la admiraba. ¡Le podría contar tantas cosas! "Ay, Pita, ya ves cuánto ha cambiado la Zona Rosa, ya no se parece a la que conociste", le diría. "En ningún restaurante te sentirías a gusto. Bueno, en realidad todavía está el Bellinghausen, y todavía se pasean por aquí nostálgicos de otros tiempos. Tú serías la perfecta acompañante de los que añoran la vieja Zona Rosa. Me encantaría escucharte platicar con Antonio Souza, quien era tan excéntrico como tú".

Aunque la verdad es que no sé si Pita se sentiría a gusto en un texto como éste que se titula Las y los excéntricos. En una ocasión, su sobrina Elena Poniatowska le preguntó si se consideraba extravagante, y Pita le respondió: "¿Extravagante yo? ¿De dónde sacas, mocosa insolente, que yo soy extravagante?".

Pero, ciertamente, lo era. Y lo fue desde muy chiquita. Lo primero que llama la atención es su particular histrionismo, nada le gusta más que ser admirada, escuchada, pero, sobre todo, deseada. Cuentan que era una niña tan bonita, que no paraban de tomarle fotos y de consentirla. Así que desde niña, y perteneciendo a una familia venida a menos, se sentía una reina. "¿Una reina?", preguntaría indignada, "para nada... ¡Yo soy una diosa!". Sí, no cabe duda...

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