Experiencia en El Bulli

AutorPau Verdura I Martos

Sobre Ferran Adrià y El Bulli es difícil decir algo que no se haya escrito ya. Así que me voy a limitar a describir mi última visita -hace algunas semanas- y explicar las novedades que su menú ofrece esta temporada.

Al llegar a la mesa el comensal se encuentra con una losa de piedra negra sobre la que se ha colocado un bote de perfume. Definitivamente nadie sabe qué hacer con él hasta que el mesero explica que es el coctel de bienvenida, que debe vaporizarse dentro de la boca como si de una medicina para el asma se tratara. Es, ni más ni menos, un margarita.

A continuación vienen una serie de entrantes: obleas de frambuesa con flores de tomillo, crema de cacahuate en tubo de pasta de dientes que el comenzal debe abrir, tempura de piel de naranja con regaliz, pan de queso y ruibarbo a la pimienta, todos endemoniadamente pequeños y hermosos.

Como primer plato se ofrece una lata llena de caviar, pero de manzana. Infinidad de pequeñas bolitas de aspecto y textura gelatinosa y con aroma de manzana. Al morderlas, se libera en la boca el jugo de las mismas.

Continúa una piel de pollo con flor de azahar, crujiente y en absoluto grasienta. Después unas "Patatas Fritas de Mango" que son trozos de mango petacón con forma de papa francesa envueltos en caramelo de aceitunas negras.

La "Fritura de Salmonetes" es una espina con cabeza de este pescado, frita hasta quedar crujiente. Se acompaña con yuzu, azafrán e hinojo, quién sabe qué harán con los filetes del mismo. Sin dar tiempo a reponerse el sorprendido visitante se enfrenta a un tazón de cristal que contiene dos únicos espaguetis, de dos metros exactos cada uno, hechos de gelatina de parmesano, transparentes y calientes.

Con el nombre "Aleta de Tiburón" se sirve algo que parece el platillo que se consume en los restaurantes chinos, pero es una gelatina del alga agar-agar aromatizado con soya. La siguiente creación son unas crepas hechas con nata de leche que llevan aceite de avellana y jugo de trufa, la combinación es espectacular.

Cuando aparece ante nuestros ojos el siguiente plato, el mesero avisa que apenas se ha llegado a la mitad del menú, hay que reservar fuerzas para lo que viene. Se trata de achicorias -hierba con la que se elabora el sucedáneo de café- con puré de limón y huevas de mújol, o falso caviar. Para varios de los asistentes a esa cena resultó demasiado amargo y lo dejaron.

El primer plato fuerte es una ventresca -carne de la panza- de atún confitada en aceite de atún, tan suave y...

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