Exploran 'Atlántida' en presa del Bajío

AutorYanireth Israde

Era un hecho, una decisión gubernamental irrefutable: Guanajuato tendría una presa en Acámbaro, aunque 22 pueblos fueran sacrificados.

Comenzó la construcción a finales de los años 30 del siglo pasado y prosiguió la década posterior, entre el desalojo de poblaciones. Algunos rehusaron desprenderse del terruño, pero aun así las autoridades abrieron las compuertas del agua. Los últimos corrieron espantados por el torrente.

La expulsión duele todavía a los más viejos, quienes perdieron, devorados por el agua, casas, muebles, milpas, iglesias y edificaciones, como el casco de la hacienda ganadera San José de Porto -del siglo 16-, provista incluso de una estación ferrocarrilera, según cuenta Gerardo Hernández, nieto de los propietarios e interesado en rescatar la memoria del lugar.

Hernández, egresado de la especialidad en gestión del patrimonio, acudió a la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH con un proyecto para estudiar dos de los 22 pueblos sumergidos: Chupícuaro y San José de Porto. Tenía el apoyo de las autoridades de Acámbaro y consiguió interesar también a los especialistas del Instituto.

Será la primera oportunidad en México para que arqueólogos subacuáticos estudien una presa, destaca Flor Trejo, investigadora de la SAS e integrante del equipo que acudió en julio a la Presa Solís para una inspección del sitio.

"Es un proyecto inédito. México es un país privilegiado en cuanto a los cuerpos de agua con patrimonio cultural sumergido: mar, ríos, cenotes, lagos y lagunas. Ahora se da la coyuntura para estudiar las presas que puedan contener este material. Además del reto metodológico por el tipo de contexto, tenemos la oportunidad de acercarnos a los pobladores que vivieron la inundación de sus pueblos".

Acostumbrados al rescate y estudio de restos antiguos -la SAS recuperó, por ejemplo, el esqueleto de Naia, el ancestro más antiguo de América-, los expertos subacuáticos no suelen trabajar con las comunidades. Esta vez incluirán personas que tienen en común una herida mal cicatrizada.

"Cuando hablamos con ellos lloran, se sienten desalojados y despojados de su historia de una manera muy brusca. La añoranza es tremenda", comenta Trejo.

El agua disolvió familias de agricultores que no encontraron condiciones para sembrar o mantener animales en las viviendas sustitutas que proporcionó el Gobierno: eran casas alineadas una tras otra, en lugar de sus terrenos amplios.

Los hombres cruzaron la frontera de "mojados" para trabajar...

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