Fanatismo, el gen del mal

AutorPablo Gámez

Despertamos con atentados en Riad, Estambul, Casa Blanca y Bali. Pero no termina de caer la noche cuando en Tel Aviv, Palestina, Jerusalén, Bagdad o Afganistán se inmolan seres humanos en actos de terrorismo y desesperación.

Ante los límites alcanzados, están los extremistas de los dos bandos. Todos ellos "hermanados" bajo esa plaga que se adhiere cual virus al ser humano: el fanatismo que como una espesa bruma cae hoy sobre la humanidad. Como en la versión tolkieniana del "lado oscuro", una terrible pesadilla durante la cual cobra vida la bestia del odio y el sinsentido.

El mundo, en los últimos años, se ha desfigurado en algo borroso. Aquel 11-S despertó una batalla entre fanáticos que creen que el fin, cualquier fin, justifica los medios.

"Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos".

La cita es del escritor Amos Oz y pertenece a su última obra traducida al castellano, Contra el fanatismo, un pequeño libro que en nuestros tiempos resulta de lectura obligatoria, pues el autor acierta desde las primeras páginas al exponer cómo se está expandiendo esa oleada de fanatismo religioso y nacionalista por el mundo del Islam, desde Filipinas hasta la Franja de Gaza, Libia y Argelia, desde Afganistán, Irán, Iraq, hasta Líbano y Sudán.

Lo interesante es que Amos Oz no se queda inmóvil en esa parte de la historia que ya conocemos. No solamente se está refiriendo a los fanáticos declarados, esos que vemos al otro lado de la pantalla del televisor entre multitudes histéricas que agitan sus puños contra las cámaras mientras gritan consignas en lenguas que no entendemos. Se refiere a ese fanatismo que surge por doquier. Con modales más silenciosos, quizá más civilizados.

Con una simpleza arrolladora, Amos Oz explica que la actual crisis del mundo no es consecuencia de los valores del Islam. Es decir, que no se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas.

"Se debe", dice, "a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralidad. Entre fanatismo y tolerancia". Y es que en opinión de Amos Oz, el 11-S no es consecuencia de la bondad o la maldad de Estados Unidos, ni tiene que ver con que el capitalismo sea peligroso o flagrante. Ni siquiera con si es oportuno o no frenar la globalización. Tiene que ver con...

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