El fantasma de Borges

AutorNoé Jitrik

La recién concluida Feria del Libro de Buenos Aires, celebró 30 años, lo que quiere decir que comenzó cuando el país entraba en una pendiente política que no tuvo respiro hasta hoy. Sin embargo, la feria fue creciendo de modo tal que durante los 20 días que duró consiguió que más de un millón de personas la visitara. La cifra no es trivial, y el incremento que se fue produciendo en los primeros años bien puede explicarse mediante la teoría del refugio que muchos necesitaron para no pensar por unos días en la dictadura o, bien, para pensar que eso que se llama "cultura" no había desaparecido del todo. Lo que pasó después, cuando advino la democracia, merece tal vez otra explicación: la voluntad de reconstruirse, el deseo de reencontrarse y la vieja esperanza de que en los libros, o en su exhibición masiva, se podría hallar una confirmación o una respuesta.

Ese crecimiento puede dar lugar a especulaciones de todo tipo; la primera de ellas es que, contrariamente a lo que ciertos agoreros profetizaban, el libro objeto, ese centenario cúmulo de papeles con letras impresas encima, está resistiendo audaz y victoriosamente el embate de la electrónica; se diría, inclusive, que le está ganando a juzgar por la cantidad de gente que concurrió si no a comprar al menos a mirar libros, a regodearse con ellos, sin contar con aquellos que fueron a buscar y los encontraron y los compraron mostrando en su rostro esa conocida expresión de felicidad que se produce cuando uno satisface un deseo o se da cuenta de que ahí está lo que buscaba, sin saber que lo buscaba.

Supongo que estas dos categorías no agotan una clasificación: describir las motivaciones de un millón de personas para ir a un lugar tan específico es imposible aunque el hecho permitiría, a los optimistas, a los que no saben de comparaciones, recuperar la vieja idea de Buenos Aires como el París de América. ¿Comparaciones? La Feria del Libro de Guadalajara, que tiene una estructura similar, congrega a igual cantidad de gente y, que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido postular que esa ciudad sea "la" París de América.

Pero lo importante no es quizás eso, sino la relación, porque en la feria se venden no sólo libros, entre oferta libresca y cultura, también libresca: se hacen presentes escritores que en uno y otro sitio, y donde haya Ferias del Libro, son invitados a disertar, platicar, discutir, informar, confesarse y emitir toda clase de discursos, tanto apologéticos como demandantes, satisfechos o...

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