La fascinación por Julio Galán

AutorMarcela García Machuca

REFORMA/Monterrey

Hay algo en él que fascina y obsesiona desde hace 20 años a quienes lo conocen. Algunos descubrieron primero su pintura y luego su persona, otros conocieron su tímida extravagancia y luego sus apabullantes lienzos. El caso es que, una vez frente a él, difícilmente alguien le es indiferente.

Quizá sea la mirada de un niño que busca su infancia en el paisaje, en el erotismo, en la decadencia, en la casa, en los animales, en los muñecos, en sus peceras... (Poco a poco la pintura y los objetos personales de Julio Galán forman parte de la misma lista, sin que se distinga claramente dónde empieza una y dónde terminan los otros).

Posiblemente sea el misterio, quizá su inteligencia plástica. El caso es que Julio Galán captura.

"Vive peligrosamente", exhorta Julio en el barroco sofá de su casa después de haber negado varias veces que él sea alguien en el mundo del arte.

Sin embargo, cuántos pintores de 40 años tienen la cantidad de obra plástica que él ha firmado y cuántos han expuesto en París, Londres y Nueva York, y son tratados como celebridad en el medio de las celebridades.

Pese a tales credenciales, Julio se esconde tras sus anillos. Y ahí empieza el juego otra vez, él y su pintura.

-Si tu lenguaje no fuera la pintura, y tuvieras que escribir en libros lo que dices en tus cuadros, ¿qué cosas dirías?

"Vive peligrosamente. Eso lo dijo Nietzsche. Eso diría".

-¿Tu pintura son pequeños acantilados, pequeñas cornisas por las que vas caminando?

"Sí. Es siempre estar expuesto entre el filo de la navaja, estar al borde".

Quizá ese llevar la presencia y la existencia a los límites entre la realidad y el recuerdo como parece suceder con su pintura sea vivir peligrosamente.

Julio Galán -él, su obra- es un álbum donde colecciona una serie de nostalgias. Reúne tanto en sus cuadros como en su casa objetos, eventos y personas que posiblemente sucedieron o quizá no, pero que la fuerza con las que él se ha apropiado de ellos rompe su naturaleza y las vuelve posibles.

"Colecciono ropa antigua, ropa vieja, ropa que nunca tiro y que siempre está guardada", cuenta.

"Me sorprendía", recuerda Guillermo Sepúlveda, el galerista que descubrió e introdujo a Julio al mercado del arte en los años 80, "entraba a mundos mágicos, yo no sabía qué era eso, ¡cómo un niño de 18 ó 19 años puede vivir con 400 objetos alrededor de su cama! Además cada uno representa algo, un recuerdo, una historia, música, aromas, luces, velas, cosas religiosas, toda una...

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