Federico Reyes Heroles / De la inútil moral

AutorFederico Reyes Heroles

"El mal no existe en abstracto".

Jaume Cabré

Son las tres de la mañana. Los faros del automóvil iluminan con sorpresa. Los tambos de basura están abiertos y un par de ratas que husmean salen corriendo. El automovilista siente repulsión pero, al día siguiente, ha olvidado el incidente. Son las seis de la tarde, el mismo individuo gira en la esquina y ve tres ratas trepadas metiendo las narices en busca de lo que sea. No se mueven. En la próxima reunión de vecinos mencionará el hecho. Alguien no se está ocupando de su trabajo. Sábado a mediodía, varias ratas pasean confianzudamente en el mismo sitio. El individuo, alarmado, reporta el hecho de inmediato. En el siguiente cuadro el vecino ve muchas ratas en su garaje. Es pleno día. En el último la cocina de su casa es el escenario. ¿Qué sigue? La batalla parece perdida. Las ratas se han apoderado del vecindario.

La analogía -útil pero muy riesgosa- se la escuché a un gran experto en seguridad. En todas las ciudades hay "fauna nociva". Sabemos de su inevitable existencia. El exterminio es imposible e indeseable en el caso de seres humanos. El mejor panorama es la convivencia controlada: andarán por allí, pero sin interferir en nuestras vidas. No olvidemos que son nuestras actividades las que provocan su cercanía, en este caso los tachos de basura descuidados. De eso viven. Su existencia es indeseada pero normal. Tienen un lugar en el mundo, lo máximo que podemos pretender es lograr que respeten ciertos territorios muy anunciados. No se trata de emprender una lucha moral contra ratas, sino de aplicar medidas eficientes de control. Toparse con ellas a las tres de la mañana debiera ser suficiente señal de alarma. Pero si invaden nuestras casas algo anda muy mal.

En esto los matices son esencia. Quien pretende "exterminar" ha caído en una trampa, nadie puede hacerlo. Las ratas existen, las podemos alejar pero, de nuevo, es la propia actividad humana la que las acerca. Peor aún es la trampa moralista: las ratas son un mal en sí mismo, acabar con ellas es una misión espiritual. Quien adopta esta perspectiva andará matando decenas de cucarachas por toda su casa todo el día sin éxito. En el fracaso perderá el sueño y se debilitará. Pero en sus nidos las cucarachas estarán multiplicándose felices de que la casa siga sucia. La batalla está perdida porque la definición del combate es errónea. No se trata de los buenos humanos contra las malvadas cucarachas, sino de limpiar la casa para que no sea atractiva...

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