Federico Reyes Heroles / Lejanía

AutorFederico Reyes Heroles

Traidores habrá siempre. Huerta ocupará un lugar especial junto a otros de su calaña. Pero una democracia debe estar blindada incluso contra los traidores. Vueltas da la vida. A principios del siglo XX había un poco más de 64 Estados nación. De ellos varios, el Reino Unido, Alemania, Francia, los Países Bajos, entre otros, tenían múltiples colonias. La concentración de poder era brutal. México llegó, en la total fragilidad institucional, a los 100 años de vida independiente. El levantamiento de 1810 había sido sólo el inicio de la guerra de independencia. El XIX fue un siglo de lucha, inestabilidad y búsqueda. Pero un siglo después de nuestro primer centenario, en el 2010, el mundo es otro. Lo conforman poco más de 193 Estados nación. Dos son las explicaciones centrales, el proceso de descolonización y las múltiples demandas de diversidad étnica, cultural y religiosa. Hubo años a finales del siglo XX en que se crearon más de tres países por año.

México siguió otro camino. Después de haber perdido en el XIX la mitad de su territorio, por fortuna no se ha dividido. Así el tambaleante proyecto nacional de principios del XIX es para principios del XXI una de las naciones más grandes y antiguas del planeta. La historia de la democracia no es muy distinta. De las sesenta y tantas naciones de principios del siglo XX ninguna hubiera aprobado los requisitos de las democracias modernas. En el Reino Unido no votaban los no propietarios, en Estados Unidos no votaban los afroamericanos. Las mujeres simplemente no votaban. Los jóvenes tampoco. Para muchos las monarquías constitucionales de hoy no dejan de ser una antigualla. O sea que todos estamos involucrados en la siempre perfectible construcción de las democracias. Hace una semana Obama criticó severamente al sistema electoral de su país. Nadie puede cerrar la discusión.

El último golpe de Estado del México moderno lo encarnó Huerta. Las traiciones fueron múltiples, la debilidad de Madero incuestionable. Pero esa debilidad no sólo era atribuible a Madero. Ciudadanía, partidos políticos, opinión pública, elementos esenciales de la democracia, no estaban allí. No podían estar. México era un país poco poblado, con niveles de analfabetismo que rondaban el 90% y con una brutal dispersión territorial. El nacimiento de las democracias ha estado vinculado profundamente con los procesos de urbanización. Recomiendo El triunfo de las ciudades de E. Gleaser, Taurus. ¿Podía México ser una democracia real a...

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