Felipe Díaz Garza/ Equivocados, como de costumbre

AutorFelipe Díaz Garza

Han sido numerosas las expresiones del presidente Fox y sus allegados y allegadas con respecto al segundo cumpleaños de la votación que le entregó el Poder Ejecutivo. Pero todas esas manifestaciones coinciden en señalar que el gobernante es el autor de los cambios trascendentales que México ha experimentado a partir del 2 de julio del año 2000. El más importante de todos los cambios ocurridos es el que dio el triunfo presidencial a los partidos Verde Ecologista y Acción Nacional, que sustituyeron al Revolucionario Institucional como patrocinadores del Presidente electo. Este cambio lo hizo el pueblo, no el hoy Presidente. De la misma manera, los cambios que ha habido a partir de que el pueblo mexicano sacó de Los Pinos al PRI y metió al Verde y al PAN a esa casa, fueron producidos por el pueblo, a través de sus decisiones electorales y de su decisión.

Es fundamental que entendamos que no hemos cambiado nada si el presidente Fox es el autor de todos los fuegos y, al mismo tiempo, es el bombero que los apaga todos. Todo sigue igual si, como pretenden quienes proponen a Fox como una versión republicana del Mesías, en el país no se mueve la hoja de un árbol, ni las tasas de cambio o de desempleo, si el Presidente no las mueve con su aliento. Por eso sacamos a los priistas de Los Pinos, por creerse los reyes del mundo y por atribuirse la paternidad de una revolución ocurrida antes de que ellos nacieran.

Ni la reforma constitucional que anuló el requisito de embotellamiento de origen para los presidentes ni la madurez social que propició la elección presidencial en la que Fox fue electo Presidente, son acreditables al kárdex del ex gobernador guanajuatense. Si son resultados presidenciales, su crédito debe extenderse a los presidentes priistas del pasado inmediato. Pero no son aciertos del presidencialismo, son decisiones acertadas del pueblo, como la de acabar con el presidencialismo priista, que no puede devenir en un aberrante cambio cosmético al presidencialismo foxista, ya ni siquiera panista o verde. Si el pueblo, por la vía del voto, acabó con la imposición de la Presidencia imperial, no iba, por la vía de la imposición, a resucitar la Presidencia imperial.

De ahí que los mexicanos nos sintamos amenazados cuando advertimos cuadros de conducta patológicos que anuncian presidencialismo. Como en la reiterada acreditación de la transformación al presidente Fox, por vituperio de boca propia y por sumisión de boca ajena. También nos sentimos...

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