Felipe Díaz Garza / Que maten al mensajero

AutorFelipe Díaz Garza

Cuando fue designado obispo coadjutor de la diócesis de San Cristóbal de las Casas en 1995, Raúl Vera era un sacerdote conservador y hasta reaccionario, igual que lo era Samuel Ruiz cuando, 30 años atrás, fue designado obispo titular de la misma diócesis. La terrible realidad de Chiapas cambió la mentalidad de los dos curas, quizás con mayor rapidez y más radicalmente la de Vera, quien fue enviado a San Cristóbal, supuestamente de subordinado de Ruiz, pero realmente instruido para aplacar los ánimos y controlar al obispo Samuel, radicalizado en sus pensamientos y acciones por la injusticia social reinante en la región, lo que lo llevó a simpatizar abiertamente con la guerrilla zapatista y a manifestar, igual de abiertamente, su dolor por el dolor de los pobres y su apoyo a las demandas de estos últimos.

Pero como se lo escribí aquí mismo hace ya muchos meses, Vera sufrió la misma transformación que Ruiz:sus palabras mesuradas y conciliadoras se convirtieron en un discurso combativo que denunció la injusticia, como lo hacía y lo hace todavía don Samuel. Así el coadjutor acabó exigiendo al gobierno que promoviera un cambio social verdadero en vez de mandar soldados al sureste.

Enviado a desactivar la bomba de tiempo que era el obispo Ruiz, el obispo Vera no cumplió esa misión y se convirtió a sí mismo en otra bomba de tiempo, aliándose con el padre Samuel. Esto obligó al Vaticano, según parece, a sacar a don Raúl de Chiapas y mandarlo a la aparentemente inofensiva diócesis de Saltillo, para poder, ahora sí, aceptar la renuncia de Ruiz al obispado sin tener que nombrar en su lugar al candidato natural, que no es otro que el hasta antier coadjutor.

Es fácil detectar que en la maniobra tuvo mucho que ver el gobierno de México. Sin duda alguna el presidente Zedillo y su secretario de Gobernación deben ver con muy malos ojos la radicalización del obispo Vera y su actitud contestataria frente al zedillato. Peor deben ver que la renuncia de Ruiz continúe pendiente de aprobación por el temor de un Papa, cada vez más debilitado por la enfermedad, de tener que hacer obispo a Vera. Los dos curas en San Cristóbal constituyen dos formidables pulgas en la oreja del presidente Zedillo.

Seguramente, entonces, el desplazamiento del coadjutor a Saltillo obedece a una solicitud hecha al Vaticano por las autoridades mexicanas, como en 1993 deben haber pedido la salida de Ruiz, pero entonces el Papa no estaba tan enfermo como hoy y resistió la presión del...

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