Fin de una época

AutorFernando de Ita

Hace 20 años, Morelia fue el escenario en el que se mostró el vigor, la diversidad y las nuevas propuestas del teatro que se hacía fuera del Distrito Federal. Una nueva generación de autores, directores y actores de provincia, cuya figura emblemática sería Oscar Liera, se revelaba en contra de la dependencia cultural del centro, con obras hechas a partir de los temas, la estética y el imaginario colectivo de sus pueblos, sus estados, sus regiones. Cansados de repetir las piezas más tocadas de Carballido, Argüelles, Magaña; aburridos del tratamiento naturalista de los directores, buscaron un nuevo repertorio y otra forma de interpretarlo.

En los 80, Francisco Beverido, en Xalapa; Ramiro Osorio, en Guanajuato; Fernando Ortiz, en Morelia; Sergio García, en Nuevo León; Sergio Galindo, en Hermosillo; Oscar Liera, en Culiacán, entre otros, hicieron un teatro de su tiempo a partir de autores extranjeros, o escribiendo sus propias obras. En ambos casos, la intención era dar un nuevo aliento al teatro regional, y captar la atención de los jóvenes alejados del teatro por su esclerosis. De ahí que la Muestra Nacional de Teatro de Morelia sea recordada como un punto de partida para la fundación de la República del Teatro. Una República, por cierto, sin centros de formación, con muy escasos apoyos institucionales, sin teatros y sin equipos técnicos, materiales y humanos para cumplir la utopía.

Veinte años después, en la misma ciudad de Morelia, hemos visto que ya hay algunos centros regionales de las artes escénicas, que se han multiplicado las licenciaturas de teatro en las universidades del país, que los apoyos institucionales han crecido en un mil por ciento respecto a 1983, que ya hay teatros y equipos técnicos y, sin embargo, el teatro regional no es ni la sombra de lo que fue hace cuatro lustros, salvo las excepciones que confirman el diagnóstico.

¿Qué sucedió? La primera explicación que se me viene a la cabeza es que decayó la pasión, el compromiso, la entrega, la desmesura mental y emocional que se requiere para dedicarse a este oficio sin pasado ni futuro, hecho de puro presente. De acuerdo con esta impresión, el aumento de facilidades de formación, producción y difusión es proporcional a la baja de responsabilidad con el trabajo artístico. Cuando no había nada, las cosas sólo salían por el ardor que se ponía en ellas. Ahora que hay varios mecates en donde se cuelgue el chango, el pinche mono quiere hamaca.

Eso no es todo, por supuesto. Debe...

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