En flagrancia / Peleas de perros

AutorGustavo Fondevila

El 18 de julio pasado, la organización Humane Society International (HSI) lanzó la campaña "No más peleas de perros" para fomentar la denuncia ciudadana, crear conciencia, presionar a las autoridades para desarrollar políticas públicas y cabildear en la Asamblea local y el Congreso federal para tener leyes más duras contra las peleas.

Pero la alternativa penal no es la solución de fondo. Hace tiempo que el maltrato animal dejó de ser una falta cívica para entrar al Código Penal, sin que esto haya afectado demasiado a dichas actividades. Quizás estas peleas sólo reflejan la indiferencia por los animales: al fin de cuentas, la Secretaría de Salud calcula informalmente que en la Ciudad hay alrededor de 1 millón 200 mil perros callejeros. La inmensa mayoría, abandonada por sus propios dueños.

BAJA INTENSIDAD CLANDESTINA

En la Ciudad de México, las peleas de perros se concentran en las delegaciones Iztapalapa, Tlalpan, Gustavo A. Madero y Álvaro Obregón. Según HSI, en los últimos años se ha incrementado la actividad debido a que el endurecimiento de las leyes en Estados Unidos ha provocado una migración de entrenadores profesionales a México, donde la legislación es más laxa y la persecución policial, tenue.

Pero el tema no es nuevo. De hecho, en el Estado de México se han hecho en el pasado redadas importantes y detenciones masivas por este motivo. En 2003, la Procuraduría estatal detuvo a 88 personas en Metepec implicadas en una red gigantesca de peleas clandestinas.

Al año siguiente, la misma Procuraduría desactivó una organización que había organizado un complejo sistema de apuestas alrededor del combate de perros en una bodega industrial de Chimalhuacán. En ese momento, se detuvo a 64 personas. Pero es infrecuente que suceda esto. El problema de estas dos redes es que se volvieron muy grandes y llamaron la atención.

Lo más común es que sean organizaciones pequeñas que se vinculan rápidamente a través de las redes sociales, usan espacios descampados o cerrados para organizar las peleas, se reúnen de manera irregular y desaparecen por un tiempo después de cada evento. Son indetectables para el radar de las procuradurías: de las 100 a 120 llamadas anuales que se reciben por este tema, rara vez alguna termina en una detención.

El funcionamiento de estas redes pequeñas es muy dinámico y rápido, por lo que la flagrancia es también muy rara. Al tiempo, la Procuraduría no puede invertir demasiado en investigar un delito de escaso impacto social...

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