Foto Museo regeneración y educación

AutorErika P. Bucio

FOTOS: HÉCTOR GARCÍA

"Sales a la calle aquí y es como Beirut", dice Pedro Meyer.

Este Beirut se localiza en los límites de la Ciudad de México y Naucalpan. Donde no había ni un solo museo o centro cultural. Nada. Sólo el caos del paradero Cuatro Caminos, con combis y camiones disputando cada centímetro de calle. Y la delincuencia: 5 mil 54 delitos de alto impacto de enero a noviembre de 2015.

El fotógrafo se empeñó en levantar aquí el Foto Museo Cuatro Caminos. Si la lógica dictaba no invertir ni dinero ni tiempo ni esfuerzo donde no había nada, Pedro Meyer lo entendió al revés: justamente porque no hay nada, había que hacerlo.

"No es más difícil hacerlo en un lugar donde no hay nada, que en un lugar donde hay todo. No es un grado de dificultad. En última instancia, me atrevería a decir que es más fácil hacerlo aquí porque la gente lo agradece más", asegura Meyer.

La clave es hacer las cosas con audacia. Lo dice este hombre de 80 años, el pionero de la fotografía digital en México, siempre con su cámara Leica en mano. Un demócrata de la imagen, preocupado por llevar la fotografía al mayor número de personas. Esa audacia suya se ha visto recompensada con una nutrida afluencia del público: más de 20 mil personas en los primeros 100 días desde la apertura, el 8 de septiembre.

"¡Imagínate tú, en dos meses! Una barbaridad de personas", celebra el fotógrafo que no quiso que el nuevo recinto llevara su nombre; como su obra, está ausente de las exposiciones inaugurales.

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El Foto Museo abrió al público con las muestras "Todo por ver", un corte de caja de la fotografía en México en el siglo XXI, y "El Estado de las cosas" sobre el clima de violencia en el país, curadas por Francisco Mata Rosas y Gerardo Montiel Klint.

Esta sección (El Estado de las cosas) es una sobrecogedora sucesión de fotomurales con los saldos de esa violencia: el sufrimiento de las familias, las ejecuciones, los operativos militares, las autodefensas. Está dedicada a los miles de muertos y desaparecidos durante estos años.

Los curadores no querían que fuera una denuncia más, sino combatir la indiferencia. En los primeros días abierta al público, una joven se echó a llorar al recorrerla. No imaginaba tanto sufrimiento, apenas podía hablar.

Raquel Pérez, abogada de 41 años, vecina de Valle Dorado, fue testigo de aquella escena. Quedó conmovida con la reacción de la joven. Desde septiembre es mediadora-voluntaria del museo. Dedica dos días a la semana, cuatro horas, a servir...

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