Franco Volpi / La falsa identidad de Europa

AutorFranco Volpi

En el mundo occidentalizado se vive ya, en todas partes, del mismo modo: en Milán y en París, en Londres o Nueva York, en Hong Kong como en Buenos Aires o la Ciudad de México. El reloj global de la economía, la producción y el consumo marca el ritmo de la máquina moderna con una sola variable significativa: la diversa participación al bienestar. En esta tendencia a la nivelación y la uniformidad, ¿qué sentido tiene el reclamo de una identidad cultural europea?

Nadie podría poner en duda que a la base de la laboriosa unificación económica y política del viejo continente se encuentra una más profunda identidad espiritual, cuando menos como una exigencia de compensación.

Pero, ¿en cuáles tradiciones funda sus raíces semejante identidad? Y, del otro lado de los procesos de integración material impuestos por la globalización, ¿existe un patrimonio al cual dicha identidad pueda confiarse?

Al responder a estas simples preguntas el velo de la obviedad con el cual se viste la retórica europeísta se desgarra y exhibe un problema que exige reflexión. No es fácil encontrar los puntos cardinales, culturales y espirituales, de una identidad europea, ante la cual aparentemente nadie se encuentra capacitado a recuperar de modo tal que genere consenso. El extravío de nuestras raíces culturales es ya una realidad.

En el brillo de la superficie de la moneda europea se esconde una Europa olvidada de sí misma, incapaz de cuidar sus propias tradiciones espirituales. Esta frágil identidad aparece expuesta a dificultades y peligros que la sacuden y amenazan: los intereses y las particularidades nacionales, las oleadas de pobreza que exigen límites en el espejismo del bienestar, el encuentro entre culturas y religiones alimentado de las tensiones geopolíticas y el incremento del flujo migratorio. Ante la densidad demográfica también el cristal de la civilidad corre el riesgo de fundirse. En esta situación, ¿qué significa ser europeo?

Tenemos a la mano una respuesta segura. La tradición del pensamiento occidental basada en nuestros sistemas de educación y de enseñanza nos ha habituado a pensar que la identidad europea se remonta en primer lugar a la cultura griega, a la filosofía y a la ciencia que nos legaron nuestros antiguos padres. Con el horizonte abierto a su civilidad, los griegos han puesto las bases para que Europa llegara a ser lo que es.

Pero esta idea de Grecia como origen de Europa, ¿no es tal vez un mito también? ¿El mito de los orígenes perdidos, que...

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