Frente al bien morir

AutorFrancisco González Crussí

"El hombre absurdo", explicaba Sartre, "se fija en la muerte con atención apasionada, y esta fascinación lo libera". Camus se refirió a esta "liberación" como révolte, es decir, rebelión, y proponía que esta rebelión "es lo que le da precio a la vida y le restituye su grandeza". Por lo tanto, Camus le daba un sentido positivo a las nociones de "precio" y "grandeza". Por un lado, declaraba que la existencia del hombre es absurda, que no tiene sentido. Pero por otro lado escribió en El mito de Sísifo que "lo absurdo sólo tiene sentido en la medida que no lo consentimos". Obvia contradicción, como varios pensadores han observado, porque todo intento de lograr un sentido a partir de lo absurdo automáticamente niega lo absurdo. Es decir, lo absurdo se cancela a sí mismo.

Poco a poco, Camus vino a dar en una especie de humanismo que se apoyaba en los imperativos categóricos de la moral, al estilo de Kant. Pero este kantismo, según Edgar Morin, era "surgido de un océano de angustias", y sobre todo la angustia de la muerte. Y se ha observado que, tal vez por obra y gracia de las contradicciones de su sistema, muchos de los intelectuales que profesaban ideas nihilistas terminaron como hombres "comprometidos" en movimientos políticos. Es posible que se arrojaran a ideologías extremas como una manera de olvidar la propia muerte, de huir de sí mismos. Porque ésta es otra manera comprobada de combatir la muerte. Se recluta uno al servicio de una gran "causa" como quien se enlista en la Legión Extranjera: para olvidar la angustia que tortura. La acción combate la angustia. El soldado comúnmente no teme durante el fragor del combate. Tiene miedo antes de que empiece la batalla, pero después no hay ocasión para el miedo: todo su ser está polarizado en la pelea.

Efectivamente, estando en medio de la multitud, y oyendo las consignas que se gritan a voz en cuello, contra el capitalismo, contra la globalización, o el imperialismo, o contra el aborto, o lo que sea, se oye menos esa voz interior que repite insistentemente: "Te vas a morir. De nada vale lo que hagas. Tu vida se acaba". En su forma extrema, esta manera de olvidar la mortalidad abraza la guerra, favorece los ataques armados y los bombardeos, porque mientras más patética y violenta sea la acción que nos absorbe, mayor será su capacidad de hacernos olvidar y de negar la muerte. De manera que los ideólogos extremistas han dado con un remedio que parece inspirado de la medicina homeopática: curan la muerte con la muerte.

Mejor dicho, curan el miedo a la muerte. En lugar de verla como un espantajo odioso y negativo, la visten de luces y la ven resplandeciente. El fin de la vida se les aparece entonces como una apoteosis de heroísmo. Se han construido una buena muerte. Pero eso me lleva a comentar sobre el concepto de muerte buena y muerte mala. Durante siglos, los místicos y los filósofos nos vienen repitiendo que hay que aprender a morir bien. Montaigne abrevió todo en su famosa frase: "que vivir es aprender a morir". Claro que esos señalamiento nos se refieren al...

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