Froylán M. López Narváez/ México, Nobel de la Paz

AutorFroylán M. López Narváez

Con la deplorable noción de empresario que le acosa, y a pesar de eso, el presidente Vicente Fox recordó una necesidad, una voluntad, una experiencia amplia de la historia nacional: "...tenemos un gran capital (no dijo trabajo, empeño, ilusión, convicción, valor humano o humanista) que debemos cuidar: somos una sociedad pacífica..."

Luego redujo las razones de la paz al considerarla un "ambiente" para el desarrollismo que mucho le ocupa y preocupa. Pero acertó cabalmente, la nación forjada en el siglo XIX tambaleante y contradictoria, como hasta hoy, ha reconocido y gestado una doctrina pacifista que mucho vale y conviene.

Ese ánimo de paz no ha logrado sino medianos e interrumpidos logros en la vida interna. Con guerras civiles y guerrillas crónicas desde la centuria antepasada, con luchas clasistas arraigadas, no obstante ha sido posible mantenerse ajeno a las pugnas belicosas internacionales, salvo en la Segunda Guerra Mundial que dio ocasión a que el gobierno mexicano declarase la guerra al Eje en condiciones y motivos aún confusos que provocan suspicacias.

El diputado panista Tarcisio Navarrete, secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, también refirió con acierto el pasado y las tendencias nacionales en su juego internacionalista. "Deseamos que la sabiduría y la prudencia acompañe a las máximas autoridades del país, me refiero al Presidente de los Estados Unidos, y al propio canciller (de México) para que puedan hacer todo lo posible por evitar la extensión de una tensión que derive en enfrentamiento abierto, porque todos saldríamos perdiendo". Dijo bien, inclusivamente en alusión a Jorge G. Castañeda, que no obstante no ser máxima autoridad del país, ha manifestado más sus temores por represalias norteamericanas si no se le sigue la corriente, que por el sentido, valores y audacia internacionalistas de México.

El desliz de Castañeda, amedrentado o amedrentador, en el mejor y remoto de los casos de escrúpulos y prevenciones rebosantes, causó inconformidades prontas, recusaciones valederas. Manuel Tello que supo de los juegos y riesgos diplomáticos entre otras causas y faenas también por estirpe (su padre fue dos veces canciller) y por haber sido subsecretario de Asuntos Multilaterales, reconvino al actual secretario oblicua, diplomáticamente, pues, como aseveró, ni se ha pedido ni hay por qué firmar un cheque en blanco a la disposición del gobierno bushiano.

Mejor y prudente, responsable del pasado...

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