Froylán M. López Narváez/ Relajo del volcán

AutorFroylán M. López Narváez

Los amigos dependientes, vecinos, devotos de Don Goyo asentados en su regazo le habían llevado sus viandas, su pulquito, le cantaron. No por miedo. Le atribuyen o reconocen poderes y cordialidades. Es su lar. Rugió en su centro. Expelió piedras incandescentes, gases, vómitos ígneos.

Muchos otros, que le conocen como "el" Popocatépetl, le habían estado observando, midiendo, atisbando y acechando. Es que es poderoso, sus entrañas son como las de sus moradores, candentes en hervores íntimos que no rebasan las gargantas, algún grito humeante, alguna trepidación "pa' que se sepa" que anda uno allí, como la sumisión atávica de los pueblos que no acaban de acabar con los señoríos de incrustación o de casa.

Pues que a las 7:13 de la noche que se impacienta Don Goyo, que el mismo lunes, y en la madrugada del martes, a las dos y a la seis del amanecer, que se incendia, que emite fuegos y arroja pedruscos y cosas así.

Ya las autoridades, siempre ajenas, desconocidas, lo mismo de la metrópoli que de las comarcas, les habían advertido de los riesgos de un siniestro grande, quizás devastador, mortífero. Los gerentes nacionales y regionales del Nuevo México habían ido a verles, les mandaban mensajes, consejos, recursos, prevenciones, desbrozaron caminos y veredas, les pidieron que dejaran sus casas, que juntaran sus animalitos, que atracaran sus puertas, que les iban a cuidar y que esta vez no habría saqueos, que tendrían cobijos y cobijas, comida.

Aún más, habría trabajo de emergencia, clases para los niños y, al retorno, otros avíos para su reclamada redención social y laboral. No, pues no. Los mayores sabían que Don Goyo les enviaba lapilli, lascas, les aventaba de piedras, les rugía de vez en cuando, pero no, no se irían, volcán que brama no quema.

Los medios, que siempre están en medio y viendo a ver qué, encontraron nota trepidante y de muchas brasas. Entrevistaron a medio mundo, o al tercer mundo que son los pobres del país, como 40 millones. Una niña, cincoañera, repitió la consigna de papá: "De todas maneras nos vamos a morir, algún día. ¡Para qué nos vamos! Nos quedamos".

Pero no. Los gobernadores del estado de México, de Morelos, de Puebla, el de Tlaxcala, despuesito, enviaron emisarios con afanes persuasivos. En la noche se supo que Vicente Fox no se iba a calzar las botas, ya que siempre las trae puestas, y que le iba a entrar al espectacular incidente. "Calma, calma, tranquilos, tranquila, tranquilo, ya pasó, ya pasó (la actividad del volcán...

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