Froylán M. López Narváez/ Salitrismo

AutorFroylán M. López Narváez

El salitre aflora en suelos y paredes. Es un nitrato de potasio que aparece blanquecino, dañando terrenos y paredes. Si se echa al fuego, aviva llamas. El salinismo, ideología y mafia política de amigotes, con algunos amigos leales, se ha diluido en salitre social, en empresa de venganzas y prevalencia de intereses, en apologética impropia, rencorosa, después de una presunta omnipotencia y extratemporalidad.

La reiteración de Manuel Camacho de sus dichos, ya añejos, divulgando, otra vez lo que puntualmente comunicó a su superior, Carlos Salinas de Gortari, entonces presidente de la República, imputado de usurpador fraudulento, precisando lo que empezaba a ser vox populi, ha provocado reacciones abogadiles y familiares.

Con arrojo y con gallardía, formales, Juan José Salinas Pasalagua ocurrió a solicitar, con atención al ex regente y ex canciller, no menos que ex comisionado en Chiapas, que presentase pruebas de lo que él llamó acusaciones de enriquecimiento ilegítimo de su padre condenado y recluido por delitos monstruosos y abusos saqueadores.

El vástago del fallido escritor se dirigió, escrupulosamente, a Camacho: "Señor Camacho, ¿me permite la palabra? Señor Camacho, buenas tardes. Soy Juan José Salinas, hijo de Raúl Sainas de Gortari. Usted y yo nos conocemos hace tiempo y he venido aquí, en este momento, para invitarlo a usted, de la manera más atenta, a que formalmente denuncie, si es que tiene pruebas, a mi papá y las supuestas actividades ilícitas de él".

El joven aprendiz de abogado causó conmoción y consternación. Su requerimiento suscitó la simpatía que produce el afecto filial, no menos que su decisión abierta y audaz de pugnar por el bien de su progenitor. Con razón y respeto, recordó victimaciones que ha padecido Camacho, sobre todo en el caso de otra víctima del priato, el olvidado de hecho, no en invocaciones electorales y sensibleras, Luis Donaldo Colosio.

El acto del joven Salinas Pasalagua es expresión en todo caso de intento de filiación amable. Uno conoció esa ternura solidaria, generosa, dulce, en el mismo día, de una joven universitaria, lindísima de alma y lucidez, Laura Cecilia, lucero de la vida, por mejores y sanos motivos.

Camacho reconoció la valentía civil del arrojado hijo. Pensándolo bien, lo más probable es que responda a su corazón y a lo que sabe. Sería patético, no es pensar con apertura, que fuese agente para maquinaciones en las que su tío, exiliado y avieso era campeón.

El incansable Camacho, con otros...

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