Gabriel Zaid / Claridad en las metas

AutorGabriel Zaid

Hay ambiciones que tienen consecuencias imprevistas. El rey Midas deseaba convertir lo que tocase en oro. Se le concedió, y estuvo a punto de morir de hambre: no podía tocar sus alimentos. Consejo antiguo: "Ten cuidado con lo que pides, no vaya a ser que se te conceda".

Hay afanes absurdos. Los alquimistas buscaron un licor (alkahest) capaz de disolver cualquier cosa. De conseguirlo, ¿dónde pensaban guardarlo? El recipiente se disolvería.

Un moderno alquimista recomendó que todas las empresas pagaran sueldos superiores al promedio. Es decir: que el promedio fuera superior al promedio.

Acabar con la corrupción es una meta razonable. Destruir la corruptibilidad no, porque no es posible ni deseable cambiar la naturaleza humana. Cualquier régimen que pretenda la pureza absoluta es demagógico.

Lo razonable es tomar precauciones, transparentar la administración, someter a escrutinio la posible corrupción y castigarla, si la hay. Con sentido común. Si en un asilo hay abusos, hay que castigar a los abusivos, no cerrar el asilo.

Desde hace muchos años se habla de acabar con la pobreza y la desigualdad. Meta fallida, inevitablemente, por su confusión. Acabar con la pobreza extrema es perfectamente posible. Acabar con la desigualdad económica es imposible.

Hay desigualdades que pueden y deben terminar, por ejemplo: la esclavitud, la trata de personas, la exclusión racial, étnica, religiosa, lingüística. Pero la desigualdad económica no tiene esa importancia ni puede terminar. Para bien y para mal, la cultura del progreso empuja a ser mejores, destacar, distinguirse: no ser iguales. La desigualdad existe incluso entre millonarios. Por mucho que se esfuercen, siempre habrá otro que tenga más millones.

Lo importante es que todo ser humano disponga de suficientes calorías, proteínas, agua potable, ropa, techo, vacunas, vitaminas, educación básica; y esto sí se puede lograr.

Aprender es fundamental, la escolaridad no. Aprender es instintivo, y puede cultivarse. El mayor salto educativo es de gatear a caminar, de balbucir a hablar. Y no requiere escolaridad del niño ni la madre.

La escolaridad sirve para otra cosa: para discriminar a los que no la tienen. Cuando se impone como requisito (hasta para ser barrendero), se olvida que, durante milenios, ha habido grandes sabios, artistas, gobernantes, militares y empresarios sin escolaridad.

El ideal de saber para...

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