Gabriel Zaid / Tapar el pozo

AutorGabriel Zaid

Según la burla popular, "Después del niño ahogado, tapan el pozo". Como si fuera inútil, aunque no lo es, porque hay otros niños y la tragedia puede repetirse.

Las fugas de las cárceles mexicanas se repiten. El 11 de agosto de 2008, la Secretaría de Seguridad Pública declaró que había dos por semana. El 16 de mayo de 2009, se fugaron 53 reos del penal de Cieneguillas, en una caravana de "patrullas" que se dio el lujo de cruzar frente a la Policía Federal por las calles de Zacatecas. El 19 de febrero de 2012, se fugaron 30 Zetas después de asesinar a 44 reos de un cártel rival, hazaña que llegó hasta la Wikipedia (Apodaca prison riot). El 11 de julio de 2015, el Chapo Guzmán (que también tiene su página en la Wikipedia) se fugó en moto por un túnel de 1,500 metros.

¿De qué sirve el combate al crimen si, después de que se captura a un delincuente, se fuga y hay que perseguirlo de nuevo? El primer objetivo del combate no deben ser los delincuentes, sino las autoridades penitenciarias.

Según las Estadísticas del sistema penitenciario nacional (enero 2013, www.ssp.gob.mx), hay 420 cárceles en el país (15 del gobierno federal), con 243 mil internos (aunque el cupo es de 195 mil), de los cuales

100 mil no han sido sentenciados y están detenidos para lo que se ofrezca mientras decide el juez.

Los penales de alta seguridad son la mismísima inseguridad. Hay tráfico de drogas y de armas, asesinatos, motines, golpizas, extorsiones, violaciones y despojos. Un Secretario de Gobernación declaró que "las cárceles son un factor criminógeno que multiplica la violencia", "un microcosmos donde la violencia se recrudece de manera gravísima y donde la vida es un infierno" (Reforma, 23 de abril 2010). Pero no acabó con eso.

Si el Estado no puede garantizar la seguridad y el cumplimiento de la ley en esa millonésima parte del territorio nacional, ¿cómo puede garantizar el Estado de derecho en todo el país? Los delincuentes pegan y corren a esconderse. No es tan fácil localizarlos en dos millones de kilómetros cuadrados. En cambio, dentro de las cárceles, están localizados, rodeados de muros y bajo la vigilancia de autoridades armadas. Están fichados, inermes y divididos. Que sigan delinquiendo o que se fuguen tiene una sola explicación: las autoridades.

Acabar con el crimen dentro del sistema penitenciario tendría efectos multiplicadores en todo el país. Cientos de miles padecen los...

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