Gaceta del Angel / Manual de zoología jarocha

AutorGermán Dehesa

La finca Los Deseos de Banderilla, Ver. aloja a una familia y a una vasta y flotante población animal. Hay, por ejemplo, un tucán que a las 7:30 de la mañana decide que su deber es despertar con picotazos en las ventanas a la población humana. Ya rompió varios vidrios y ya se ha ganado el odio de varios huéspedes crudos. En el otro extremo de la enorme variedad zoológica que puebla este inesperado paraíso hay una pantera negra que habita una amplia jaula. La idea es mantener sanos y con vida a todos estos especimenes y regresarlos a su territorio natural que es la selva de los Tuxtlas. Para esto, a lo largo de varios años, los amigos de esta causa hemos cooperado para comprar y preservar de la casi implacable tala un pedazo de selva lo suficientemente amplio. Para ventura de todos, esta tarea está perfectamente documentada y a la vista de quien quiera consultarla. Lo que tratamos de evitar (por lo visto, infructuosamente) es que se aparezca por ahí una periodista escasa de luces y de profesionalismo que, sin mayor averiguación, se ponga a denunciar "secretas conspiraciones" para crear latifundios y despojar a la pobre gente. Todo esto, claro y según ella, con mi bendición y apoyo. Ya lo escribió, ya lo publicó, ya se sintió heroína de la libertad de prensa, pero, de cualquier manera, no estaría mal que investigase lo que realmente ocurre. Entiendo que sería ingenuo e innecesario que ella hiciese una rectificación. Esto lo hacen los buenos periodistas.

Regreso a Banderilla. Serán las cuatro de la tarde y yo estoy, reja de por medio, mirando a los ojos a la pantera negra. Unos niñitos de la localidad me han guiado hasta la jaula. Es un animal enteramente hermoso. Todo él habla de rapidez, de armonía y de instintiva violencia. Está lleno de vida pero sus ojos claros son un inapelable mandato de muerte. A mis espaldas, un niño pregunta: ¿por qué el señor peloncito se acerca hasta la reja y nosotros nos tenemos que quedar atrás?. Una enana en cuya sabiduría convergen lo pantera y lo jarocho responde con toda diligencia: muy fácil, es que nosotros somos tiernitos y nuestra carne sí le gusta a la jaguara; en cambio, la carne vieja no le gusta nada. El infantil auditorio aprueba y celebra estas agudas consideraciones. Yo guardo silencio y pienso: méndiga niña, ¿será delito arrojársela a la...

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