Gaceta del Ángel / Oda a la pantufla

AutorGermán Dehesa

Alguna vez ya habré elevado aquí mi voz con épica sordina para cortar a la epopeya un gajo y cantar las domésticas grandezas de la franela. Hoy quiero cantar las bondades y finezas de las humildes y caseras pantuflas. Zapatillas sin talón las llaman los diccionarios de Maria Moliner y de Don Manuel Seco; pero no olvidemos que ambos son españoles de la época de Franco que no pudieron darse cuenta de que, mientras la dictadura los mantenía congelados, el mundo cambiaba y todos dejaban de usar zapatillas con talón y sin talón.

Al margen de Franco, aquí en México no hemos dejado de fabricar pantuflas con talón y pantuflas sin talón. Estas últimas son las que yo uso y lo hago no nada más para mis desplazamientos de noctámbulo, sino para un distendido vivir que, si el mundo no reclama mis servicios, comienza hacia las seis de la tarde. A esa hora, procedo ¡aaah! a quitarme los zapatos que son una civilizada maldición. Tan rico que es no usarlos y mantener la pata ventilada, desparramada y a gusto. Parafraseo al Piporro: siempre hay que traer las patas oreadas y no andarse sacando zoquete de entre los dedos, criatura. Por esto precisamente me despojo de mis cacles a media tarde, extraigo luego el calcetín que ya viene medio tumefacto y delicadamente aromado por esencias orientales. Ya con la patita al aire y el dedo gordo en franca recuperación de su imperio, procedo a calzar mis pantuflas, las únicas, las de siempre. Yo no sé si a ustedes les ocurra lo mismo, pero yo tengo en alta estima la lealtad y la fidelidad y en lo tocante a prendas de vestir, el paroxismo de estos sentimientos lo dedico todo entero a las pantuflas. En mis múltiples y variados viajes lo he perdido todo, menos la virtud. Ninguna de estas pérdidas, y estoy incluyendo la de mi insulina, ha alcanzado a tocarme el corazón. La única excepción es la de aquellas pantuflas negras perdidas irremisiblemente en un hotel del norte del país. Alguien las encontró abandonadas en el cuarto que acababa yo de desalojar. Esta alma insensible, en lugar de ofrecerlas en venta al instituto...

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