Gaceta del Angel/ Viene llegando

AutorGermán Dehesa

Que luego no diga el Güero Castañeda que no se lo avisó con la debida anticipación un analfabeto periodista mexicano: Fidel Castro va a irrumpir en Monterrey cual camión en embajada. Nuestro blanco y barbado Canciller no quiso creerlo y ahora los periódicos proclaman la inminente llegada del durable dictador cubano al hospitalario territorio regio. Me imagino las adicionales broncas de seguridad que la barbada visita provocará, pero nuestro rubio Secretario no podrá decir que no fue advertido oportunamente. De todas maneras, yo no quería hablar de eso.

Tampoco quería hablar del malestar estomacal que me provocó el rotundo señor Diego Armando Maradona que alguna vez tuvo como pocos el don del futbol y lo empleó para destruirse y para ponerse al alcance de las mafias que hoy controlan este deporte. Lo que ahora queda es una panza que sería la pesadilla de Marcelo Ebrard y una irresponsable pedantería que lo convierten en un ser insoportable. Dije insoportable, pero no dije bien: el público mexicano aguanta todo. El triste ballenato puede hacerse esperar casi una hora y, de cualquier manera, ser ovacionado por cuarenta mil pacientes tenochcas que colmaban el estadio y por millones de televidentes que, no sin cierto morbo, deseábamos contemplar este nuevo cuadro de Botero titulado "futbolista a la manteca". El adiposo llegó por fin al estadio, se detuvo a zamparse una torta, se colocó una amplia burka en calidad de camiseta y rodó rumbo a la cancha. Todo el círculo central lo ocupaba él. Ahí estuvo media hora y luego procedió a pedir su cambio y a arranarse en la sufrida banca. Dile a Maradona a ver si quiere decir algo, rogó en español elemental un cronista de Televisa. El comentarista "a nivel cancha" (¿qué es eso?) respondió: ya le dije pero dice que no quiere decir. Dolor inmenso y generalizado. El llanto se extiende por Tenochtitlan: Maradona dijo que no quería decir. Pero yo tampoco quería hablar de esto.

Es una pena que los grandes diccionarios no consignen la voz "garnucho" y su variante "garnuchazo" (papirotazo). Hablo de ese amable golpe que se propina con la uña del dedo índice que previamente ha sido presionada contra la yema del pulgar. La única hora libre de mi tarde del martes la dediqué a jugar carreras de "carritos de garnucho" con el mínimo y dulce nanotalibán. Yo solía ser invencible y, como bien lo atestiguan varias mujeres, mi garnucho era exquisito. Ya no. El mínimo zotaquín me ganó y me ganó a la buena. Lo importante es...

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