GACETA DEL ÁNGEL / El ojo pelón

AutorGermán Dehesa

La noche del miércoles al jueves fue, aquí en la Ciudad de México, un oscuro y candente trayecto por un caldero de brea hirviente e invisible. Todos hemos visto esas películas de ambiente medieval donde los caballeros que deciden tomar un castillo organizan de inmediato un lucido día de campo para ellos con perdices, vino abundante y atractivas vaqueritas del Medioevo que se materializan quién sabe cómo ni de dónde. Supongo que las llevan en unos baúles acolchonados y con rejillas. Hagan de cuenta las miniperreras que se emplean para subir canes a los aviones. El caso es que ahí están los señores brinde y brinde y sobe y sobe y así, ya bien instalados en un ameno coto, le dicen a los de la perrada: ¡soldados míos!, avancen sin titubear sobre ese castillo y no descanséis hasta haberlo tomado para nombre y gloria de los señores D'Aguincourt. En cuanto lo logréis, enviadme heraldos anunciando el triunfo para que podamos proceder a los festejos correspondientes. No toquéis a las damas, ni a la cava. Esto es cosa nuestra. Y ya se me están yendo. Avanzad con bravura. Las huestes formadas por puros desnutridos con un casquito que les nada en la cabeza avanzan decididas, colocan sus rústicas escalas contra las paredes del castillo, los defensores intentan empujar estas escalas al vacío y si esto ya no era posible por congestionamiento de escala, entonces les arrojaban grandes peroles llenos de aceite y de brea hirvientes. Han de perdonar, lectores amados, esta breve digresión que era indispensable para mostrar las terribles sensaciones que vivimos los que intentábamos dormir en la hostil noche que va del miércoles al jueves de esta semana. Me van a disculpar la novedosa expresión, pero hacia las cuatro de la mañana todo estaba congelado de calor ("Amor es yelo abrasador, es fuego helado". Dice Don Francisco de Quevedo).

No pienses, lectora lector querido, que pretendo convertir esta columna en una especie de boletín meteorológico de lo que me ocurre en diversas latitudes, preferentemente en la Ciudad de México. Yo sé que eso, como tal, a nadie le importa...

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