Genaro Lozano / Sin emoción

AutorGenaro Lozano

He votado 3 veces por AMLO. La primera fue en el 2000, cuando voté por Fox para la Presidencia y por el tabasqueño para la Jefatura de Gobierno. Voté por él entusiasmado, porque la gestión de Cárdenas me convenció. Volví a votar por AMLO en el 2006. Lo hice preocupado por su intención de someter a consulta los derechos LGBT. Volví a votar por López Obrador en el 12 y lo hice por descarte, porque Vázquez Mota traicionó lo que decía en privado al proponer a Calderón como su procurador.

La del 2018 es la elección más decepcionante que me ha tocado vivir. Hasta el momento no hay una sola propuesta que me motive o que me entusiasme para ir a votar el próximo 1o. de julio. Lo único que me hace feliz es saber que después de eso, al gobierno de Peña Nieto le quedarán solo cinco meses. Pero eso siempre me ocurre al final de un sexenio. Es el desgaste en el que muchos votantes nos reflejamos. El espejo de la indignación.

A muchos de mis compañeros del ITAM les emociona José Antonio Meade. Lo ven como un hombre transparente, sin escándalos de corrupción, como un funcionario transexenal y como un burócrata responsable. De todos los candidatos, Meade es el que menos me emociona y no sólo por su falta de carisma o por su ausencia de resultados. No encuentro la calidad moral que le atribuyen. No entiendo cómo no vio nada extraño en la administración de su predecesora en Sedesol. No comprendo cómo no levantó la voz cuando la PGR ofreció la "verdad histórica". No proceso cómo haga campaña con un candidato antiderechos como Mikel Arriola. Para mí, Meade está asociado a gobiernos de corrupción, conflictos de intereses, desapariciones, guerra contra el narco, etcétera. Una victoria de Meade no solo no me entusiasma. Me parece un peligro para México.

A varios amigos les emociona mucho Ricardo Anaya y confieso que es el único candidato con el que he conversado en una cena pequeña y que después de oírlo me pareció muy inteligente. De él me gusta su juventud y que sabe escuchar, aunque sufre del "síndrome Josefina": en privado dice una cosa y en público otra, quiere quedar bien con todos y por ello no termina de darme confianza. Desconfío de la historia de su terreno y bodega comercial...

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