Genio y figura

Para las nuevas generaciones de escritores mexicanos, la obra de Julio Cortázar perdura como un modelo, uno de los momentos más altos en la literatura fantástica moderna latinoamericana, al que admiran la potencia y pasión de sus personajes, o su forma particular de narrar la realidad.

Puente hacia la tradición

LUIS HUMBERTO CROSTHWAITE cuenta que, para su generación, la figura de Julio Cortázar era el equivalente a la de Roberto Bolaño para la actual, es decir, o se amaba o se odiaba de tanto ser nombrado. Para el sector de mi generación que abrevó del zapatismo, Cortázar fue visto como una especie de Che literario, poseedor de un halo donde Rayuela, y sus decenas de alusiones literarias, musicales y culturales, representaban un acto político.

Para otro sector, fue el creador de artefactos narrativos que desafiaban la narración lineal. Cortázar también significa uno de los momentos más altos en la literatura fantástica moderna latinoamericana, que invierte los signos del surrealismo y posibilita la imaginación posmoderna.

Cortázar me tendió un puente hacia la tradición literaria europea y latinoamericana de la primera mitad del siglo XX. De Rayuela aprendí el artefacto. De sus cuentos, la vuelta de tuerca a lo fantástico clásico. De su obra crítica, su acercamiento minucioso a los mecanismos del surrealismo. Del conjunto de su narrativa, que a través de la mirada subjetiva se puede narrar la realidad de otro modo.

OMAR NIETO

AUTOR DE LAS MUJERES MATAN MEJOR.

Mi primo Julio

ME PREGUNTAN qué significa para ésta, mi generación, la obra de Cortázar. Y, al hacerlo, siento -juzgue usted si es por impostura o no- que me preguntan por un primo cercano. De esos a los que les salen bigotes primero, de los primeros que fuman, que tienen novia. De los que tienen algo como un perfume o una nube o todo eso y más que luego uno entiende como estilo, puro estilo. Alguna vez discutí con alguien sobre Cortázar y Borges, y me vi del lado del primero contra argumentos muy sólidos de ese alguien como si ambas fueran plumas de gallos de pelea. Después entendí que no importaba tanto quién es más profuso o más importante -imagínese el absurdo de las conclusiones de aquella discusión- porque, al menos para mí, Cortázar era más cercanito, sin que eso le quitara una pizca de misticismo, a ninguno de los gallos.

Tuve la fortuna de vivir en París por poco más de medio año e irremediablemente quise a esa ciudad con los ojos de Rayuela. Al otro lado de la calle donde...

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