GENIO Y FIGURA / Esas visitas incómodas

AutorGaby Vargas

"Me peleé con mi esposo. Eran las once de la noche y estaba muy enojada. No quería que mis dos hijos pequeños se enteraran. Me sentí muy valiente y decidí salirme de la casa a esa hora. Así que saqué el coche. La verdad, me moría de miedo. Tenía unas ganas tremendas de llorar. Pero, ¿a dónde podía ir?, ¿a casa de mis papás? Imposible. ¿A un bar, restaurante o café? No, me sentiría muy insegura. Pero se me prendió el foco: ¿en dónde puedo desahogarme tranquilamente? ¡En Gayosso! Gaby, no sabes la llorada que di, y a nadie le pareció extraño. ¡Qué alivio!", me cuenta Lupe, una querida amiga.

Nos defendemos de ellas, aunque son inevitables. La falta de sueño, la mandíbula apretada, los hombros y el cuello contraídos. Un nudo en la garganta, un agujero en el estómago, la presión en el pecho. Esa sensación "chistosa" que queda en el vientre al término de una conversación incómoda. Todo lo anterior molesta, incomoda y estorba. Se trata de las emociones. Esas visitas ilógicas, misteriosas y profundas que llegan sin aviso. Ellas quieren hablar, decirnos algo. Y, por lo general, las reprimimos. En nuestra agenda del día no hay espacio para ellas. Tenemos tiempo para leer o escuchar todas las noticias, tiempo para el trabajo, para una vida social, tiempo para divertirnos, pero, ¿tiempo para sentir las emociones? Muy poco o ninguno.

Se nos dificulta comprender que no se trata de tener un espacio en la agenda para las emociones, sino que las emociones son nuestra agenda. Pelearnos con la realidad es una batalla perdida de antemano. Cuando no reconocemos los sentimientos vivimos desintegrados. Además, tarde o temprano estos buscan salida: o nos enfermamos o un día explotamos de la nada, como un volcán, en el momento y con la persona menos indicados.

Lo que es un hecho es que a las emociones no se les puede desaparecer de nuestro sistema apretando la tecla "eliminar", como lo hacemos con un texto en la computadora. Necesitan ser abrazadas, aceptadas y sentidas, no hay de otra.

"Casualmente", en los incómodos momentos en que recibimos la visita de las...

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