Gerardo de la Concha/ La calavera en el árbol

AutorGerardo de la Concha

Llegué ante un árbol que tenía en la corteza de su tronco -fuerte como de roble- una calavera, grisácea como las calaveras auténticas. Y, entonces, con una pequeña lima de hueso pulí los dientes de la calavera. Y lo hice con cuidado y con desesperación.

Luego de un rato, el filo de uno de los dientes lanzó un leve destello. Y como quien escarba para desenterrar un tesoro, con fruición, con vértigo, seguí puliendo hasta exclamar ante el brillo, dirigiéndome a una sombra que de pronto había aparecido: "¡Es oro!, ¡ves, te lo decía, es oro!". Eso fue todo mi sueño.

Si lo razono rápido, el árbol y la calavera son símbolos obvios -la vida y la muerte, la muerte incrustada en la vida-. Pero ¿quién era la sombra que estaba ahí? ¿Por qué pulí con esmero los dientes de la calavera? ¿Qué significa el fulgor del oro?

Si el yo camina hacia el árbol, la imagen se refiere al transcurso de la vida y se convierte en un símbolo central. Hundidas sus raíces en la tierra, el árbol onírico es un emblema de la libido, de la existencia: en la forma es masculino, representa firmeza y fortaleza; en los sueños, una expresión de la paternidad, pero al dar frutos hace referencia a la madre de la vida.

La dualidad pertenece al árbol en los mitos antiguos: el árbol del bien y del mal, por ejemplo. El árbol es considerado también un intermediario entre el cielo y el infierno. La Fontaine menciona al roble "cuya cabeza se acerca al cielo y cuyos pies tocaban el imperio de los muertos".

A pesar de su componente de savia, el árbol permanece estático, es prisionero del...

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