Gerardo Laveaga / Gobernar es comunicar

AutorGerardo Laveaga

Durante mi gestión como director de Comunicación Social de la Suprema Corte, el asunto más difícil que me tocó enfrentar fue la secuela de la decisión que adoptó nuestro Máximo Tribunal sobre la práctica bancaria de cobrar intereses sobre intereses: la constitucionalidad del anatocismo.

No fue difícil porque la Corte hubiera procedido de modo incorrecto sino porque los ministros -todos ellos de probidad ejemplar- se negaron a salir a los medios después de que los barzonistas boicotearon la sesión pública en que se discutía el caso. Al haber dictado sentencia, coincidieron, no tenían más que añadir.

Al advertir que tenían cerradas esas puertas, los reporteros entrevistaron a los únicos que accedían a hablar con ellos: los deudores afectados y sus líderes, quienes no tuvieron empacho en inventar las historias más disparatadas para poner en entredicho la honestidad de los integrantes de la Corte y quedar, ante sus "clientes", como víctimas de una conspiración.

Periódicos, revistas, radio y televisión se convirtieron en la plataforma de todo aquel que quisiera despotricar contra la judicatura federal. En un inútil alarde para mostrar su impasibilidad, ésta se resistió a detallar sus móviles: "Que lean la sentencia", aconsejaron los ministros.

Comprendí, entonces, que mi trabajo no consistía en "aplacar" a los medios, como algunos creen que debe hacerlo un director de Comunicación Social, sino en convencer a los más altos jueces del país de la conveniencia de explicar su postura ante la sociedad civil: ¿Por qué habían resuelto aplicar el Código de Comercio y no el Código Civil?

Al cabo de dos semanas, en que las críticas parecieron volverse insufribles, los ministros cedieron. En la conferencia de prensa que brindaron Guillermo Ortiz Mayagoitia y Humberto Román, respondieron toda suerte de preguntas. Especificaron qué elementos habían tenido para apoyar el anatocismo y qué alternativas jurídicas poseían los deudores. A partir de ese día, las críticas empezaron a menguar. Pronto se extinguieron.

Aunque yo estaba satisfecho con el desenlace, me frustró que hubiera tardado tanto en efectuarse un ejercicio tan sencillo. Conocía las causas de la dilación -los funcionarios mexicanos no están acostumbrados a rendir cuentas a la sociedad-, pero ello no evitó que me doliera el desgaste de la institución.

Hoy, cuando advierto lo que ocurre en tantos ámbitos, irremediablemente evoco mi paso por la Corte: muchos caminos se destrabarían si aquellos...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR