Germán Martínez Cázares / ¡Regresen a Porfirio Díaz!

AutorGermán Martínez Cázares

¿Acabarán los apuñalamientos en el PRI entre Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray?, ¿algún día en el PAN, sanarán sus heridas Gustavo Madero y Felipe Calderón?, ¿los "Chuchos" fumarán "la pipa de la paz" con López Obrador?, ¿la nación se reconciliará consigo misma? Es difícil. La mayoría de nuestros políticos buscan arrebatar el poder a sus adversarios con banderas de odio, celos y venganza. "Rivalidad mimética", diría el filósofo francés René Girard. Ni modo.

Pero si el reencuentro entre vivos es prácticamente imposible, ¿por qué no intentarlo, por lo menos, con alguno de nuestros muertos? Por ejemplo con Porfirio Díaz Mori, quien cumplirá el próximo 2 de julio un siglo de muerto. Sí. Intentar repatriarlo del panteón de Montparnasse en París, a la iglesia de la Soledad, en su natal Oaxaca.

No propongo un ejercicio morboso con su cadáver embalsamado. Simplemente una reflexión. Tampoco creo que debamos perdonarlo de sus graves errores. La reconciliación se funda después de "construir verdad" y el general Díaz es injustificable políticamente, además, en ocasiones sembró muerte y dolor. Están ampliamente documentados los asesinatos en los pueblos yaquis y mayas. ¿Cómo olvidar el sufrimiento de la batalla de Tomochic, novelado por Heriberto Frías?

Nuestra honestidad para juzgar y convivir con la historia puede ser útil para probarnos a nosotros mismos esa cualidad, en ocasiones atrofiada, de convivencia cívica entre mexicanos; aunque pensemos diferente, votemos distinto, hablemos otras lenguas, practiquemos otras costumbres o recemos a múltiples dioses.

Digámoslo sin tapujos: Porfirio Díaz gobernó. Aunque hoy el verbo "gobernar" les parezca raro a muchas de nuestras autoridades; sobre todo a aquellas timoratas y temerosas de ejercer ese imperio concedido por el pueblo en la urnas, arrodilladas frente al desorden y, en no pocas veces, frente a la delincuencia. Porfirio Díaz mandó, y mandar produce consecuencias.

Don Porfirio fue el "chivo expiatorio", la "víctima sacrificial" -otra vez Girard- del régimen de la Revolución mexicana. La historia oficial decretada y vociferada por el partido post-porfirista pintó a su adversario como un villano. Un ogro terrorífico a quien endosarle los abusos, fraudes, decepciones y hasta derramamientos de sangre durante el priato.

Aunque obviamente las circunstancias del siglo XIX son distintas a las del XXI, Porfirio Díaz tuvo la...

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