Gilberto Rincón Gallardo/ El acertijo fiscal

AutorGilberto Rincón Gallardo

Rara vez un proyecto de reforma fiscal puede apoyarse en encuestas de aceptación popular. Tal vez sólo en los casos en los que se pretenda la reducción de gravámenes fiscales como ahora mismo en Estados Unidos. Pero en el caso mexicano, como en la mayor parte de naciones, toda reforma fiscal que conlleve un aumento de impuestos será impopular por necesidad.

Tratar de plebiscitar la necesidad de una reforma fiscal corre el riesgo de caer en el populismo. Esto no quiere decir que la opinión y las necesidades de la sociedad no tengan que ser decisivas en esta materia, sino sólo que las preguntas respecto del tema fiscal tendrían que formularse de otra manera. A la pregunta llana de si alguien quiere más impuestos, puede darse por descontada una respuesta negativa. Así que insistir en consultas que tienen un resultado predeterminado no conducen a nada. Lo conducente sería, más bien, interrogarnos acerca de las metas a las que los recursos públicos, generados vía impuestos, deberían servir; acerca de la honradez y transparencia con que estos recursos se utilizan; acerca de los criterios de justicia que poseen las exenciones y los nuevos gravámenes, y acerca, evidentemente, del carácter distributivo del modelo fiscal que el gobierno pretende establecer.

A veces, al fragor de este debate, se ha olvidado que el sistema fiscal es el recurso privilegiado de las sociedades democráticas para la redistribución de la riqueza social. Es un mecanismo pacífico y regulado de transferir recursos entre los distintos sectores sociales. Pero esto no significa que todo aumento de las exigencias fiscales conduzca a mejores formas de distribución de la riqueza. Por ello, requerimos el debate nacional sobre el tema, para que la necesaria reforma fiscal pueda diseñarse de tal manera que sirva a la reducción de las graves desigualdades que agobian a nuestro país. Lo que ya no puede sostenerse es la continuación de un sistema fiscal que hace agua por todas partes y que condena al Estado, más allá de sus problemas de ineficacia y corrupción, a la inanición e impotencia.

Si la renta nacional se reparte con acciones expropiatorias o con presiones ilegales sobre la propiedad, lo que se alienta es una mayor fragmentación social, el escape de capitales e incluso la violencia. El caso venezolano es un ejemplo de los riesgos a que conducen las tentaciones expropiacionistas. Así que la reforma fiscal integral, que fue aplazada durante décadas por los gobiernos anteriores, es...

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