Tolvanera/ Giro

AutorRoberto Zamarripa

Vicente Fox caminaba de la mano de su esposa rumbo al primer piso de la alcaldía de Hamburgo la tarde del viernes 12 de octubre. Sorprendía la mínima vigilancia de las autoridades locales. Cruzaba por un pasillo para subir escalones cuando con eco rebotó un grito en español con acento alemán: "¡Asesino!"

Después otros vituperios y reclamos. Una manta negra con el rostro del Che en rojo que se agitaba. Fox lanzó rápido la mirada hacia su derecha en el rumbo del grito. Endureció el rostro sin perder el paso y dejó atrás a los manifestantes prozapatistas. Tuvo la ceremonia protocolaria con el alcalde de Hamburgo y luego cumplió con un encuentro ante mexicanos residentes en Alemania, donde fue objeto de una cálida recepción.

"Aquí afuera escuchábamos, y seguramente la prensa lo escuchó y por eso me interesa mencionar el asunto, a cuatro jóvenes que nos gritaban asesinos. Seguramente ni siquiera entienden la palabra y a quién la dirigen, porque por supuesto que no somos asesinos y jamás tomaremos una decisión que tenga que ver con violentar la paz dentro del país", dijo. Estaba dolido.

Una semana después vino el asesinato de Digna y Fox replicó -tardíamente- con la aseveración de que su gobierno no es asesino. Personalmente le duele ese señalamiento porque si algo quiere que le prestigie es que no le señalen como el Presidente que masacró estudiantes o que toleró paramilitares y matanzas de campesinos. Tampoco las muertes de líderes sociales.

Al regresar de su gira no sólo encontró su imagen maltrecha entre el "círculo rojo" de la opinión de élite. Recibió señalamientos del exterior, del Departamento de Estado norteamericano, de organismos internacionales, y otras entidades sobre la urgencia de aclarar el crimen de Digna.

¿Qué es lo que provoca una mayor vulnerabilidad en el terreno de los derechos humanos al presidente Fox? Sin duda alguna los titubeos mostrados en el establecimiento de una comisión de la verdad. En un año de gobierno, Fox no pudo cumplir su promesa de campaña de castigar a los culpables de abusos en el pasado. Uno, porque nunca pudo definir a quién quería castigar o qué periodo quería revisar para saldar las cuentas.

Dos, por la división interna en su gabinete donde se impuso la posición inmovilista de no hacer olas y evitar molestar al PRI que a cambio daría votos para la reforma fiscal.

El tiempo pasó y ahora parece instalarse un escenario de chantaje desde la podredumbre de los sótanos y las ratoneras político-policiacas a...

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