Guadalupe Loaeza / 'La malquerida'

AutorGuadalupe Loaeza

Al día siguiente de que Rosario Robles fuera de-signada como jefa de Gobierno de la Ciudad de México (29 de septiembre de 1999), hubo un temblor de magnitud 7.5, mucho más suave que con el que se despertó al leer el encabezado de nuestro periódico del martes pasado: "Saquean con Robles 700 mdp en efectivo". Desde entonces la ex jefa de Gobierno ha vivido muchos temblores de todo tipo; temblores que van desde su amor clandestino y después público con Carlos Ahumada, múltiples acusaciones de corrupción, hasta su cambio de partido del PRD al PRI.

Empecemos con el caso "ahumadazo", como se le empezó a llamar a la relación sentimental que sostenía con Carlos Ahumada, propietario del Grupo Quart y otras empresas como Asia, Austral, Cascata, Pabellón Tarango y Pagoza. Para ese momento (2004) ya no le creía a Rosario Robles. La encontraba falsa, demasiado ambiciosa y arribista. En relación a su arribismo me había enterado, por mi amigo diseñador colombiano, Álvaro Reyes, que diario iba a su boutique de Polanco para llevarse vestidos y trajes sastres. No me sorprendía, bastaba verla en televisión para percatarse de la variedad de su vestimenta. Empezó a usar perlas, cadenas de oro y relojes muy caros. Su nuevo "look", de señora burguesa, no correspondía para nada con el que empezó su vida política; entonces usaba aretes de plástico de todos colores y minifaldas con botas de vinil. Cuando entró como jefa de Gobierno, ¿se compraba su nuevo vestuario y accesorios gracias al presupuesto del gobierno del DF? ¿A su cochinito personal? O bien, ¿a Carlos Ahumada?, el empresario que se había hecho millonario por todas las comisiones que sacaba de las obras que había encargado Robles cuando estaba en el gobierno del DF. Lo que más me irritaba de su persona eran dos cosas, sus constantes declaraciones de amor hacia el ingeniero Cárdenas y sus críticas veladas contra López Obrador. Quiero pensar que su enamoramiento de Ahumada la había trastornado por completo. Por añadidura, a Chayo la había cegado el poder, pero sobre todo, el "Chayote". En el 2001, publiqué en nuestro periódico acerca del "cochinito" de Rosario, del cual en un futuro seguramente sacaría el dinero para costear todo el apoyo publicitario que necesitaba para sus proyectos políticos.

Después del temblor del amor frustrado de Ahumada, Rosario sufrió otro temblor, el de René Bejarano llenando su portafolio con fajos de dólares (3 de marzo de 2004) en un video...

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