Guadalupe Loaeza / Mi primo

AutorGuadalupe Loaeza

Se fue hace un año y sin embargo tengo la impresión de que no lo he visto desde hace una década. Me encantaba platicar con él, sobre todo de nuestra familia: tíos, primos y abuelos. Él se acordaba de todo: nombres, quién se había casado con quién, quién se había divorciado, quién le había puesto los cuernos a su pareja y quién ya había muerto. Con él platicaba mucho de películas viejas tanto de las americanas, como de las francesas. También sabía mucho sobre la época de oro del cine mexicano, particularmente tenía una afición por las películas de Jorge Negrete, así como, por su música. En su iPod, en el que tenía casi exclusivamente música clásica, también incluía las canciones del "charro cantor". Teníamos la misma nostalgia, la cual heredamos de los tíos, primos y abuelos. Era tan nostálgico mi primo, que reproducía en muchos de sus gustos épocas no vividas, como por ejemplo, además del gusto por el cine y la música, le llamaba la atención la moda de esa época. De ahí que se comprara cardigans, trajes cruzados, pantalones de franela grises, sacos de cuadritos, corbatas de regimiento, o tejidas, sin olvidar sus eternas mancuernas con iniciales. Sin embargo esa nostalgia no se reflejaba en su gusto por la innovación tecnológica. Siempre estaba pendiente de las nuevas aplicaciones para libros, ahora en edición digital, y para el almacenamiento de música y su reproducción. Cuantas bocinas aparecían en el mercado ya las conocía. Igual los medios más avanzados para ver sus películas. En lo que se refiere a series y filmes, siempre buscaba temas históricos, documentales e incluso, científicos.

Entre las muchas épocas históricas de su interés, en particular mi primo analizaba con frecuencia aquellas que tuvieran que ver con la Segunda Guerra Mundial, incluso tenía en proyecto escribir un libro con la historia de Hilda Krüger quien vivió en México en ese periodo y quien se relacionara con las altas esferas del poder.

La influencia de cuando mi primo era niño no solo se manifestaba en su gusto por la Historia, sino también por la comida, especialmente la que servían en casa de su abuelo de la colonia Roma. La cocinera sabía que su platillo preferido era áspic de pollo. Al final de su vida, su hija Leonora se lo preparaba con la misma receta. Lo mismo sucedía con los postres, con el dulce de zapote, la gelatina de almendra, el arroz con...

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