Guadalupe Loaeza / La vacunada

AutorGuadalupe Loaeza

Para Sol.

Sofía está feliz. Por fin le aplicaron la segunda dosis de la vacuna contra el Covid-19. Después de la caótica aventura con la primera de las vacunas, en esta ocasión su experiencia fue todo lo contrario. Es cierto que el día que le tocó había muchísima gente, la fila era larguísima, daba la vuelta a dos manzanas, sin embargo, todo lo compensaba una muy buena organización que hacía muy ágil el proceso. Cuando finalmente llegó al centro de vacunación, se topó con un mundo de gente, fácil eran diez mil personas que estaban, unas, haciendo la fila y, otras, sentadas esperando su turno. Gracias, sobre todo, a los organizadores y voluntarios, todo marchaba como si Sofía se hubiera encontrado dentro de un documental del canal alemán, hasta deseó que alguien de la DW la entrevistara para compartir sus impresiones. Le dio gusto comprobar que nadie se enojaba ni reclamaba a gritos y que se mantenían a sana distancia. Todos llevaban su cubrebocas, todos se comportaban de una manera muy civilizada, sintiéndose privilegiados al recibir la segunda dosis. Además, Sofía no se sentía sola, había una barbaridad de señoras como ella, muy bien arregladas, perfumadas y peinadas. "He aquí la clase media, 'buena y sabia'", pensó con una pícara sonrisa. Mientras ella y su maridonovioamante avanzaban en la fila, observaba con atención y hasta con complicidad todo lo que sucedía a su derredor. Mejor escuchemos a Sofía narrar su vivencia.

"La verdad es que nunca imaginé tan buena organización. Recuerdo que cuando llegamos y me di cuenta de la larguísima fila y que la entrada se encontraba muy lejos, hasta me dolió el estómago. Lamenté no haber llevado mi caminadora que utilicé después de la operación de mi pierna para que nos pasaran más rápido. No hizo falta, la fila avanzaba con cierta rapidez. Los jóvenes, con sus chalecos y banderitas rojas que utilizaban para indicarnos por dónde nos teníamos que dirigir, eran súper amables y sonrientes. '¿Puedo ayudarle en algo?', me preguntaban cada diez minutos. Veía a las guías con tan buena voluntad que hasta me dieron ganas de pedirle a una de ellas que fuera por favor a buscar la caminadora a mi casa. Estoy segura que hubiera ido, pero, repito, nunca me hizo falta. Mi maridonovioamante caminaba a mi lado, súper serio. De vez en cuando me miraba de reojo, con sus dos cubrebocas y me sonreía como diciendo: '¡Mira nada más, cuántos rucos!'. La verdad es que me dio mucha...

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