Guadalupe Loaeza/ Martes Santo

AutorGuadalupe Loaeza

Para Diego porque mañana cumple 29 años.

Tengo la impresión de que a todo el mundo le vale sombrilla el verdadero significado de la Semana Santa; empezando por mí. En realidad, lo único que nos importa a propósito de estos días santos, es que son de asueto. Quizá muchos católicos mexicanos piensen que ya vivieron varias semanas de pasión y que por consiguiente ya no quieren oír hablar de últimas cenas; de últimas palabras; de traiciones; de madres dolorosas; de los buenos ladrones; de Magdalenas; de divinos rostros, ni mucho menos, de crucifixiones. De hecho ellos se sienten crucificados desde que se enteraron de la Reforma Fiscal. Cada vez que oyen hablar del aumento del IVA en alimentos, medicinas, colegiaturas y libros, sienten que Francisco Gil les da de latigazos. No hay duda de que viven un Viacrucis dolorosísimo. De ahí que estos días, en lo único que piensan es en huir. Huir de los gritos de Javier Alatorre; huir de las encuestas de López-Dóriga; huir de la publicidad gubernamental que no deja de recordarnos que hay que pagar impuestos para que no haya pobres; huir de las declaraciones de las víctimas de Sergio Andrade; huir de lo recién descubierto del caso de Paco Stanley; huir de las expresiones coloquiales de nuestro Presidente; huir del "feminismo" de Abascal y por último huir de los "ladridos" de Diego Fernández de Cevallos. Sí, todos queremos huir, para ya no oír, ni tampoco ir y venir, sino vivir y sentir que la vida vale la pena disfrutarla, a pesar de los gobiernos, los partidos, las reformas, la globalización, los medios de comunicación y la corrupción.

Pero tal vez su drama sea que no tenga ni con qué, ni a dónde huir. Quizá sus tarjetas de crédito se encuentren bloqueadas en estos momentos y no pueda ni dejarlas como depósito en el hotel. A lo mejor ninguno de sus amigos o conocidos lo invitaron a pasar unos días a su casa de campo, como lo hicieron el año pasado. Acaso sus hijos adolescentes se rehúsan a pasar vacaciones con usted. Quién sabe si la condición para salir fuera de México era invitar a su suegra y a su cuñada que le caen como patada al hígado. Si es usted divorciado, tal vez no se atreva a invitar a la señora que está usted cortejando. A lo mejor no puede ir ni al Desierto de Los Leones porque su coche Cutlass del año 1991 tiene las llantas demasiado lisas, y sus frenos ya no responden. Quizá en el fondo le da una infinita flojera irse con su mujer al borde del mar, a pesar de que dicen que allí la vida es...

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