La guerra oculta

AutorGuillermo Samperio

El doctor Sam Harry Smith, un hacker de la generación experimental, mira a través de la cortinilla a un grupo de vietnamitas, levanta el brazo y la mano toma la forma de una pistola: Harry suelta un balazo a cada cabeza y después de cada disparo exclama "Spluoafh", imaginando cómo sonaría el cerebro explotando en salpicaduras de sesos. No es que Smith sea racista por convicción, sino por costumbre. Se doctoró, a lo 26 años, en electrónica, orientado hacia el estudio de "objetos cibernéticos". Esa era su manera de nombrar a los virus y otros contagiadores a todo nivel. Su padre insistía, a la hora de los alimentos, en que los blancos eran los herederos de la tierra y la galaxia. "Los de otro color podrían no existir y nada sucedería". Era una de las frases preferidas del viejo Smith.

Sam Harry empezó a ver a los de piel con tonalidad distinta de la suya como almas muertas, gente sin rasgos, muñecos de aserrín. Desde la azotea de su edificio, Harry, en compañía de otros amigos, le disparó con su rifle de municiones a una mujer negra que tendía la ropa, hiriéndole una nalga. A un cobrizo que asomaba la cabeza por una ventila, le dieron en la frente con un balín.

Los Harry, porque era apellido, habían sido amantes de las armas por tradición. Con otros blancos empezaron a formar lo que llamaron "Milicias". Simplemente, decía Harry, nos reunimos en un club que gusta de las armas. Y soltaba alguna de sus frases: "¿No somos un país guerrero?", agarrándose la entrepierna.

Había una sección de milicianos que se inclinaba por incluir en la lista de indeseables a los judíos. Su argumento era que este grupo era quien en verdad gobernaba el país y movía el gran dinero. Las Milicias mantenían una nomenclatura de la oscuridad. Agregaron también a los altos funcionarios del gobierno que se autodesignan salarios desmedidos.

Sam Harry Smith, en la actualidad, ya no necesitaba de rifles, aunque tenía varios y había participado ya en un linchamiento nocturno; a Harry le había tocado, decidido por un volado, darle el tiro de gracia a algo así como un coreano. Pero después prefirió continuar su labor contra los "variopintos", como los llamaba el reverendo Conral, a través de la electrónica y otras fuentes de energía. Sam Harry Smith estuvo nominando para el Matemático del Año; no ganó pero él sabía que era un honor encontrarse entre los cinco mejores del mundo. Algunos amigos que lo conocieron en la universidad y que luego se desligaron de él, comentaban que...

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