Gustavo Fondevila / Las puertas de la Ciudad

AutorGustavo Fondevila

Hace poco egresó la generación 12 de la carrera de Técnico Superior Universitario en el Instituto de Formación Profesional (IFP). Se trata de 140 nuevos agentes de la Policía de Investigación que según Juan José Olea, director del Instituto son elementos que cuentan con la mejor capacitación policiaca a nivel nacional. Si los quiere conocer, solamente tiene que ir a la Procuraduría capitalina y los va a encontrar vigilando puertas y escaleras.

El problema es que aún no cuentan con armas, identificaciones ni seguro de vida. A simple vista, parece otro caso de desorganización institucional pero cuando se recuerda que los costos totales de la formación de cada agente rondan en promedio los 200 mil pesos cada uno, la situación se vuelve irritante. Tanto para ellos que quieren aplicar sus estudios y ser útiles, como para los contribuyentes, de cuyo esfuerzo sale el dinero. En el fondo, la noticia es positiva. Antes salían a trabajar sin nada de todo esto (inclusive la formación de un año) y a nadie le importaba.

Pero hay algo más en todo esto relacionado con cuidar puertas y escaleras, que va más allá de la anécdota tropical de la Procuraduría y tiene que ver con la seguridad pública en general. ¿Lo ha notado? El miedo ha despertado en los capitalinos la necesidad de poner un uniforme delante de cada puerta. Aunque esto no sirva demasiado para dar más seguridad. Por esta razón, ahora usted atraviesa un detector de metales, pasa su dedo por un lector de huellas, se identifica y explica los motivos de su visita en cualquier la entrada. Y después debe esperar que el policía decida si usted tiene un motivo válido para entrar. Aunque se trate de un lugar público, una biblioteca, una universidad, una calle (cerrada) o cualquier lugar que se pueda permitir el pago de un policía. Finalmente, no hace falta y sólo sirven para controlar precisamente a los que no vienen a robar.

Simulando la seguridad.

La inseguridad, el crimen y el miedo ya se han robado la noche de la Ciudad. Pero además, ahora controlan la vida cotidiana de la gente. Y como realmente son tareas que no hacen falta y no hay nada para hacer, el policía se termina inventando un servicio que nadie necesita, como hacer de "viene-viene" en el estacionamiento de una institución, o acomodar la fila de la gente que espera para pagar una cuenta en el banco o dar información que no dispone, ni maneja, ni conoce. Todo se desvirtúa y...

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