Los 'héroes' olvidados de Calderón

AutorLaurence Pantin

Cuando Celia Barrera se despidió de su pareja, el cabo Armando Valentín Aguilar, en la madrugada del lunes 30 de abril, no se imaginaba que era la última vez que lo veía con vida.

Como de costumbre, antes de que saliera de casa para el cuartel, Celia le dio un beso y le pidió que se cuidara. Lo único distinto a lo de siempre fue que Armando se paró un momento en el marco de la puerta como si dudara en marcharse. Finalmente, sin decir nada, dio el paso y cerró tras él la puerta.

El 2 de mayo, alrededor de las 13:00 horas, una vecina de Celia recibía una llamada para avisarle que Armando había fallecido junto con cuatro compañeros, emboscados presuntamente por narcotraficantes en el municipio de Carácuaro.

Ese día, casi en el mismo momento en el que se informaba a los familiares del trágico suceso, el presidente Felipe Calderón hacía referencia al caso en un discurso pronunciado en Tabasco, a donde había acudido a poner en marcha un programa social.

El Presidente endureció el rostro, improvisó unas líneas para condenar esa afrenta del narco y aseguró que se recordaría como héroes a los cinco soldados asesinados.

"Y en mi propia tierra, en Michoacán, por ejemplo, anoche cayeron en cumplimiento del deber varios militares", expresó en tono enérgico, "a México y al presidente de la República le (sic) queda muy claro que murieron como héroes y como héroes serán tratados y serán recordados. Por eso extiendo mi más sincero pésame a sus familiares, les garantizo que tendrán todo el apoyo, pero también el reconocimiento y el recuerdo de gratitud del pueblo de México".

Tres días después, en la ceremonia de conmemoración de la Batalla de Puebla, el presidente declaraba que el país enfrenta hoy nuevos frentes de batalla y deploraba nuevamente la pérdida de los cinco militares caídos en cumplimiento de su deber.

"El sacrificio de estos patriotas no será en vano", dijo en esa ocasión, y prometió: "en honor a su memoria, su muerte no quedará impune".

Pero Celia y las familias de otros dos cabos que fallecieron ese día consideran que ninguna de esas promesas se cumplió. A cuatro meses de la muerte de los soldados, siguen esperando que se detenga a los responsables de la muerte de los soldados y acusan a las autoridades federales de no haberles entregado la pensión mensual a la que tienen derecho.

Si bien las madres de los soldados caídos recibieron los seguros de vida y de retiro que les correspondían por un monto de cerca de 400 mil pesos, las viudas solamente recibieron una compensación de 180 mil pesos, que pensaban destinar a la educación de sus hijos, pero que empezaron a gastar ya que no recibieron la pensión destinada a reemplazar el ingreso perdido de sus esposos.

También culpan al gobierno estatal de incumplir su promesa de otorgarles una casa y ayudarles a encontrar un empleo.

Enfoque contactó a los familiares de los tres soldados originarios de Michoacán que murieron en la emboscada. Se entrevistó a la pareja y al padre del cabo Valentín Aguilar, la madre del cabo Israel Téllez Villanueva, así como la madre y la suegra del cabo Júpiter Francisco Carrillo Cornejo. Las viudas de estos últimos dos se negaron a hablar por miedo a represalias.

Las familias de los otros dos soldados caídos, el sargento segundo Humberto Ruiz Hernández y el coronel Antioco Hernández Morales, oriundos de Oaxaca y Guerrero respectivamente, no fueron localizadas.

La pérdida

Armando tenía 16 años y estaba a punto de salir de la secundaria cuando le pidió a Celia, de un año menor, que fuera su novia. Poco después, pese que a él quería seguir estudiando, él entró al Ejército porque su familia no tenía para apoyarlo, explica su padre, José Guadalupe Valentín, un campesino de Queréndaro, un pueblo a 35 kilómetros de Morelia.

Cuatro años después, Armando le pidió a Celia que se fueran a vivir juntos.

Celia aceptaba que Armando fuera militar porque a él le gustaba mucho su trabajo. "Pero a veces sí, me preocupaba porque luego a veces se lo llevaban a la Sierra y duraba mucho tiempo para venir y sin hablar por teléfono", comenta la joven viuda.

Para pasar más tiempo con ella y su hijo de tres años, Armando intentó subir de grado y se fue varios meses a Puebla para estudiar el examen para sargento segundo. Sin embargo, reprobó la prueba de natación y siguió como cabo.

Como cabo falleció, exactamente, ocho años después de darse de alta en el Ejército. Tenía 24 años.

Meses después de perderlo, hay veces en que Celia llora toda la noche sin conseguir el sueño, porque extraña a su esposo.

Pero no solamente llora por soledad. También llora cuando recuerda que la muerte de su pareja quedó impune.

Considera que no se les ha...

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