Harry Potter: Con licencia para volar

AutorErnesto Diezmartínez

¿A quién no le gustaría ser James Bond? Es hábil, elegante, castigador, le sobran las mujeres, tiene la palabra exacta para el momento indicado, bebe martinis sin emborracharse y maneja un BMW al que nomás le falta escribir críticas de cine. La razón por la cual el 007 sigue siendo una figura modelo inevitable para hombres adolescentes, post adolescentes y más de uno madurón es que, más allá de discursos ideológicos de la Guerra Fría o el Nuevo Orden Mundial, el agente secreto británico "con licencia para matar" representa los imposibles sueños viriles de ser y comportarse como un héroe. Es uno de los arquetipos más puros, mejor destilados, de las fantasías fílmicas del siglo 20.

El nuevo siglo nos ha entregado otro arquetipo, un tanto diferente pero que, sospecho, terminará provocando la misma devoción que la de James Bond. Se trata del héroe inglés del siglo 21: Harry Potter, un preadolescente creado por la pluma de la escritora británica J. K. Rowling. Potter es un niño huérfano que vive de arrimado con sus odiosos tíos, un niño inseguro y despreciado por sus parientes, quienes ni siquiera le han dado una foto de sus fallecidos padres.

Sin embargo, un buen día, Potter entra a un mundo apenas intuido por él, ése mundo que sus detestables tíos "muggles" le ocultaron desde muy pequeño.

Un mundo donde hay sabios magos, malvados brujos, gnomos banqueros, lechuzas que dejan la correspondencia, dragones peligrosos, increíbles encantamientos, varitas mágicas, pócimas mortales, maravillosos unicornios, villanos terribles y héroes poderosísimos. Y en este mundo, ¡por Amblus Dumbledore!, Harry es el gran héroe, el único que puede vencer al Innombrable y, además, el mejor jugador de Quidditch del condado.

Harry Potter y la Piedra Filosofal -me refiero al libro- atrapa desde el primer instante. El texto resulta ser una divertidísima novela de crecimiento y descubrimiento infantiles: Harry entra al mundo de la magia y del imponente colegio Hogwarts como...

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