Héctor Vasconcelos/ ¿Quién teme a lo supranacional?

AutorHéctor Vasconcelos

El mundo se encuentra hoy ante la disyuntiva de avanzar hacia una justicia supranacional o seguir anclado en las limitaciones de los sistemas jurídicos nacionales. Que lo supranacional represente un avance respecto de lo local puede parecer una afirmación temeraria, pero, a mi juicio, un análisis racional de los hechos la justifica. El Senado de la República tiene en sus manos la ratificación del Estatuto de Roma, que establece la Corte Penal Internacional en la que participan ya más de 60 países y a la cual México debe acceder. La ratificación supone cambios constitucionales, pero, sobre todo, implica la revisión de conceptos muy arraigados en la psique mexicana y particularmente en nuestra clase política.

El asunto divide a no pocos mexicanos porque las modificaciones constitucionales que harían posible la participación mexicana en la Corte tienen que ver con cuestiones tales como la soberanía, el multilateralismo, lo supranacional y, en última instancia, el nacionalismo. La existencia de una Corte Penal Internacional implica naturalmente que exista la posibilidad de que ciudadanos de cualquier país que han cometido crímenes de lesa humanidad sean juzgados más allá del escenario de sus delitos cuando la justicia local no pueda o no quiera ejercerse.

Hemos sido educados desde nuestra más temprana edad en la convicción de que ningún extranjero tiene injerencia alguna en los asuntos nacionales. Ningún extraño, menos aun un tribunal foráneo, puede opinar siquiera, mucho menos sancionar a nuestros conciudadanos. Durante años se dijo que las ONG y los organismos internacionales no tenían derecho a juzgar nuestros asuntos. Con esa excusa se esgrimieron no pocas justificaciones que permitían no resolver o aplazar la solución de carencias internas. Lo mismo ha ocurrido en otras naciones. De allí que el surgimiento de la CPI resulte de la mayor trascendencia en tanto que constituye un parteaguas conceptual y práctico en el ejercicio de la rendición de cuentas.

El argumento que se esgrime en contra de instituciones supranacionales es el de la soberanía. Se aduce que cualquier juicio externo, ya no digamos una jurisdicción exógena, vulnera la soberanía nacional y constituye una injerencia intolerable. Si bien el argumento es, en principio, válido, resulta que todos los totalitarismos sin excepción se han escudado en él para atropellar a sus propios pueblos argumentando que nadie de fuera tiene injerencia alguna en cuestiones que sólo atañen a sus...

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