Una herencia familiar

AutorIsrael Sánchez

"Desde que me acuerdo", responde cada una de las maestras artesanas al preguntarles hace cuánto tiempo que bordan tenangos. Una tradición enraizada en sus hogares.

"Empezamos a jugar con los hilos, viendo que las mamás, las tías, las abuelitas bordaban; a nosotras nos atraían los colores. Y así empezamos: jugando", rememora la maestra Silvia Martínez López, en cuya rutina diaria siempre está el bordado junto con preparar la comida y los quehaceres del hogar.

"Ya en mis ratos libres le dedico, lo más que avance yo. Y ya, le dejo un rato, porque no le aguanta uno; llega el momento en que lastima los ojos. No le puede uno estar todo el santo día ahí porque sí es cansado".

En su propia casa se ha ocupado ya de heredar este saber a su hija mayor, de 25 años, que también borda. Sin embargo, su hija más chica, de 12, no parece querer continuar la tradición.

"¿Qué cree?, que no, ella no quiere. Como que luego, a veces le atrae, pero como que ya no. Y pues, ahora sí que tratamos de que les atraiga, porque si no, esto se pierde.

Plantas, flores, aves, alebrijes, figuras e imaginaciones de todo tipo están plasmados en los coloridos bordados, que con magistral versatilidad las artesanas realizan en chamarras, vestidos, bolsas, fundas, blusas, capas, tortilleros, monederos o en uno de los favoritos que más miradas atraen: el camino de mesa.

Una...

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