Sobre héroes y tumbas

AutorHéctor Zagal

Estudié la preparatoria cerca del horroroso monumento a Álvaro Obregón, en el parque de La Bombilla, allá por San Ángel. El monumento guardaba una mano en un frasco con formol; la mano que el mismísimo general perdió en la batalla de Celaya. Los dedos cambiaban de posición. Mis amigos y yo íbamos cada semana para ver si la mano hacía alguna seña obscena. En ocasiones corríamos con suerte: Obregón nos devolvía el saludo. Se nos acabó el chiste cuando la familia del revolucionario incineró la reliquia.

Reliquias antiguas

Ya en los primeros siglos del cristianismo, San Agustín e Isidoro de Sevilla denunciaron a quienes vendían reliquias falsificadas. En el Medievo, el tráfico de reliquias era tan rampante que la Santa Sede tuvo que poner orden más de una vez. En el siglo 16, Lutero encontró sospechoso que 26 de los 12 apóstoles estuvieran enterrados en territorio germánico.

Finalmente, el Concilio de Trento ordenó retirar los huesitos de procedencia dudosa. Se desacreditaron decenas de santos griales y centenares de plumas de ángel. Al final quedaron algunos objetos sagrados. Sólo se admitieron las reliquias con pedigrí. O, por lo menos, las que parecieran razonables. Hoy sabemos que si juntáramos cada lignum crucis que hay en el mundo -las supuestas astillas de la cruz de Jesús- se podrían reconstruir las tres carabelas de Colón.

También circulan por ahí cinco lanzas de Longinos, el arma que perforó el costado de Jesús, y una docena de coronas de espinas.

No sé a ustedes, pero a mí me parece macabra la costumbre de acumular reliquias en las iglesias. La Catedral metropolitana, por ejemplo, tiene falanges, parietales, dientes y trocitos de húmeros y tibias en sus altares.

A pesar de la condena de la Iglesia, el tráfico de reliquias sigue siendo un negocio jugoso. Encontré en Internet una astilla de la cruz, certificado incluido, en 900 dólares. Christie's vendió un relicario con huesos de mártires en 32 mil dólares. Los comerciantes esquivan las condenas por una formalidad; se vende el relicario, la reliquia va como un regalo.

Liturgia laica

Los hombres necesitamos símbolos y liturgias. Las repúblicas laicas también. Los griegos memorizaban cantos de la Ilíada. Los niños aspiraban a la fuerza de Aquiles o al valor de Héctor. César Augusto encargó a Virgilio la redacción de la Eneida para legitimar mitológicamente al Imperio. Tlacaélel ordenó incinerar los códices que menoscabaran a los mexicas. Destruyó buena parte de los testimonios...

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