Jesús Silva-Herzog Márquez / Esmerarse en la catástrofe

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Hace seis años, una conspiración de deslealtades estuvo a punto de romper el hilo institucional de la República. Hoy la irresponsabilidad se alía en todos los frentes para ponerlo nuevamente en riesgo. Nadie cede, nadie reconoce la seriedad de los peligros. Cada uno se obstina en la defensa de su parcela. No somos animales dotados del don del aprendizaje. Tropezamos mil veces con la misma piedra y nos hacemos rutinariamente los sorprendidos. El riesgo que corrimos hace seis años fue inmenso. Los costos que hemos pagado desde entonces por la polarización y el descrédito del proceso electoral han sido enormes. Y parece que nos empeñamos en la reedición del drama.

Toda elección es tensa. Vivir en democracia es renunciar a la ilusión de la tersura. Cualquier campaña acentúa diferencias, subraya antagonismos, divide. Pero las tensiones que se anuncian para el año que empezó ayer no son las saludables asperezas de la diversidad política. Son tensiones enfermas, anomalías de una democracia inmadura y frágil, una democracia sin defensores. La primera fractura que amenaza el relevo es la elemental. El país no está en paz. Ha corrido mucha sangre en los últimos años. La violencia se ha desatado. No padecemos solamente la violencia de los poderosos negocios criminales sino la violencia de sus discípulos: aquellos que siguen las lecciones de la impunidad. Eliminar al enemigo, al adversario, al acreedor o al deudor resulta un acontecimiento sin consecuencias que mimetiza fácilmente con los colores de la estación. Hace seis años podía seguirse hablando de un país que votaba en un clima de relativa tranquilidad. Hoy no. La estridencia entonces era de saliva, hoy es de plomo. No podemos negar que hay territorios en México que se han vuelto prácticamente incompatibles con la civilidad democrática. Sitios donde no hay condiciones para una prensa libre ni garantías para una competencia auténtica. Regiones donde los partidos incluso tienen dificultades para reclutar candidatos. Lo más grave es que frente al dramatismo de nuestra condición, sigue imperando una imperdonable irresponsabilidad de las fuerzas políticas. Autoridades que se desentienden del problema, políticos que partidizan la sangre. Si hay un ámbito que amerita un auténtico pacto de Estado es precisamente éste: el de la aplicación estricta de la ley, el combate a una delincuencia que amenaza a todos por igual. La seriedad del riesgo debería provocar como reacción la unidad en lo básico: todos los...

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