¿Qué hicimos con el bono demográfico?

AutorSilvia E. Giorguli

PRESIDENTA DE EL COLEGIO DE MÉXICO.

En nuestras clases de geografía en la secundaria aprendimos que el Estado estaba conformado por población, territorio y gobierno. Al territorio lo identificamos con los enormes recursos naturales de un país, especialmente diversos y de gran riqueza en el caso mexicano y que ameritan nuestra atención y cuidado. La población, en contraste, se entiende menos como un recurso. Influenciados por la herencia del paradigma malthusiano, hemos visto a la población como un "problema" que requiere atenderse, más que como un recurso indispensable para el desarrollo del país.

La política de población de los años 70 se diseñó para "resolver" el problema poblacional a través del control de la natalidad, y en ello concentró sus mayores esfuerzos. El cambio esperado se dio y la fecundidad se redujo rápidamente en todo el país. En una generación, el número de hijos promedio por mujer bajó de 6.7 a mediados de los 70, a alrededor de 2.2 el día de hoy.

Preocupados por los peligros de la "explosión demográfica", nos ocupamos poco en pensar sobre las oportunidades que se derivarían del cambio demográfico y la forma como se podría aprovechar el nuevo panorama poblacional. De alguna manera, estaba subyacente la idea de que la caída en la fecundidad resultaría en automático en un mejor escenario para el país y para las familias. A 40 años de cambio demográfico, no vemos el bienestar esperado ni a nivel nacional ni a nivel familiar. Aquel exitoso eslogan perdió su tono asertivo por uno dubitativo: la familia pequeña ¿vive mejor?

¿Por qué no pudimos capitalizar los beneficios de un contexto demográfico más favorable? De no haberse dado el cambio demográfico, en 2000, hubiéramos sido 50 millones más de los 97 que contó el censo ese año; si le sumamos los 12 millones que migraron a Estados Unidos en las últimas dos décadas y sus descendientes (aproximadamente otros 10 millones), es probable que los problemas para atender las necesidades de servicios de la población mexicana hubieran sido más agudos. Aún así, los resultados no son los esperados.

Los momentos de mayor caída de la fecundidad y mayor emigración hacia Estados Unidos coinciden con el aumento en la desigualdad socioeconómica y la persistencia de la pobreza.

El ritmo más lento en el crecimiento de la población en edades escolares coincidió con un incremento importante en la cobertura, pero no con un aumento en la calidad educativa.

La menor presión demográfica sobre los...

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