La era del hielo

AutorLaura Santander

Es uno de los insumos más importantes en el mundo de las bebidas. Cientos de cocteles no serían lo que son sin la presencia de este ingrediente.

La historia del hielo está ligada a dos tipos de personas: los valientes y los millonarios.

El hombre de las cavernas, valiente cazador, empleaba el hielo para conservar aquello obtenido con tanto riesgo. Justo al final de sus cuevas, colocaba un cúmulo de nieve y disponía encima los alimentos que consumiría con el tiempo.

Al volver de su jornada, los arriesgados pescadores del Báltico y el Mar del Norte cubrían los pescados con trozos de agua congelada y pieles, para así conservarlos y enviarlos a la antigua Roma, donde serían comercializados en grandes mercados.

También en Roma, grandes bloques de hielo o nieve compacta se recibían y enterraban para una mayor duración. Únicamente los ricos tenían acceso a ellos.

Entre los personajes estrechamente relacionados a los primeros usos del hielo se encuentra Nerón, quien servía a sus invitados una mezcla de frutas troceadas con hielo y miel (el primer sorbete de la historia).

Hipócrates, el famoso médico griego, desaprobaba las bebidas frías por ser causantes de "flujos estomacales".

Ya para la Edad Moderna, cada pueblo tenía su nevera: un pozo en el que almacenaba, aislado con paja, un trozo de lago helado que luego se comercializaba durante el verano en conventos, hospitales y cuarteles. El hielo tenía que llegar "libre de polvo y paja" para ser vendido.

Fue hasta el siglo 19 que Frederic Tudor, posteriormente conocido como "El rey del hielo", tuvo una gran idea.

Acostumbrado a consumir productos fríos, preparados con trozos de hielo extraídos de su lago (que cortaba y almacenaba en un salón específico de su mansión), este estadounidense le propuso a su hermano William comerciar hielo en el Caribe.

Entonces, llenaron un barco con 80 toneladas, zarparon y navegaron hasta llegar a la isla de Martinica. Ahí encontraron que los locales no estaban interesados en comprar un producto al que no le veían uso o ventaja. Eso sí, el hielo había llegado en perfectas condiciones gracias al uso de aserrín como aislante térmico.

Frederic no se rindió, sabía que amarlo era sólo cuestión de conocerlo. Tras muchos años de perder y ganar dinero y de crear (a través de fiestas, reuniones y viajes) un mercado para su preciado producto, la demanda comenzó a crecer entre las esferas con alto poder adquisitivo.

Finalmente el osado emprendedor logró comerciar más de 12 mil...

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